Mayo. La Virgen en el corazón de la Iglesia.

Motivación.

Cuando en el Concilio Vaticano II los obispos del mundo reflexionaron sobre la figura de María, todos reconocían su grandeza y el papel hermoso que le correspondió y le corresponde en el Proyecto de Salvación de Dios. Pero la discusión se centró en el cómo presentarla. Unos pensaban que se debía hacer un documento aparte, profundo y valioso sobre Ella; otros defendían que debía incluirse su figura, como en un hermoso marco, dentro del Documento hermosísimo de la Iglesia, que se conoce como «Luz de las gentes«. El gran acierto fue colocar su figura enmarcada en el capítulo 8 del Documento de la Iglesia. El mismo título bien lo clarifica: «La bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia«. ¿Dónde mejor colocar a la Virgen que en el corazón mismo de la Iglesia?

Lectura Salesiana.

El cuadro y la imagen que Don Bosco ideó.

Don Bosco colocó en el altar mayor del Santuario de Turín un grandioso cuadro de siete metros de alto, en cuyo centro campea la imagen de María Auxiliadora. Este cuadro constituye la página más densa de la teología de Don Bosco sobre la Auxiliadora, que es la teología de la Iglesia sobre la Iglesia.

Don Bosco mismo dio instrucciones minuciosas al pintor Lorenzone de cómo quería el cuadro. Lorenzone confesaría luego que al diseñar el rostro de la Virgen una mano invisible guiaba los pinceles. La descripción sintética del cuadro es la siguiente: María Auxiliadora aparece en el centro en posición de matrona clásica bañada en un mar de luz que procede del Padre y del Espíritu Santo.

En la mano derecha ostenta un cetro, mientras con la izquierda sostiene al Niño Jesús, sonriente y con los brazos extendidos, como diciendo: «Acudid a mi Madre, todos encontraréis cabida en su corazón«.

En un plano más inferior y rodeando a la Virgen se encuentran los Apóstoles y Evangelistas, destacando entre ellos San Pedro y San Pablo. Todos contemplan a la que es Reina de los Apóstoles y Auxiliadora y Madre de la Iglesia. Debajo, aparecen en lontananza, la ciudad de Turín y el Oratorio de Valdocco.

El cuadro refleja el pensamiento de Don Bosco sobre la Virgen: abogada, socorro, auxiliadora (aspectos estos rubricados por el Concilio Vaticano II), madre de los jóvenes, auxiliadora del pueblo cristiano, triunfadora de las herejías, madre de la Iglesia, baluarte del Papa y de los Obispos, acechados por la fuerza del mal. Mirar al cuadro es contemplar a la Virgen en medio de un gigantesco dinamismo eclesial, es «descubrir una relación casi connatural, decía el P. Viganó, entre espíritu salesiano, empapado de apostolado eclesial, y devoción a María Auxiliadora«.

Esta imagen y otras inspiradas en ella se encuentran veneradas y difundidas en millares de iglesias y capillas y en millares de hogares cristianos recordando a todos las bondades maternas de María Auxiliadora.

Dios nos habla (Hechos de los Apóstoles 1, 12-14 / 2, 14)

Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

Entonces, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: «Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido.

Meditemos la Palabra.

Clarificadora es la reflexión que el Concilio hace del rol de María en la Iglesia: «La Virgen precede con su luz al pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de consuelo«.

¿Caminamos nosotros, familia, comunidad, con la mirada fija en María? ¿Sentimos que la experiencia cristiana de la Virgen va siendo nuestra propia experiencia y que en eso consiste la verdadera devoción a la Virgen?

La experiencia mariana y eclesial de Don Bosco.

En uno de los significativos «sueños» de Don Bosco él se imaginaba la Iglesia como una gran nave pilotada por el Papa en medio de una tormenta en un mar borrascoso. La nave de la Iglesia soñaba, avanzaba entre serias dificultades, acosada por otras embarcaciones enemigas. En medio de tanta zozobra, y a punto de hundirse por el peligro, vio como finalmente entraba en seguro anclándose entre dos grandes columnas que emergían en el mar. Sobre una de ellas había una gran hostia, la Eucaristía, y sobre la otra columna la imagen de María Auxiliadora.

Así, según él explicaba, entendió que las dos fortalezas de la Iglesia están precisamente en lo que luego recomendaría a sus primeros misioneros: «Extended la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis lo que son los milagros«.

María para nosotros, para toda la Iglesia, es el faro en la travesía del mar de la vida, es la Estrella de la Nueva Evangelización.

Para compartir.

Si el Concilio centró la devoción a María Auxiliadora hermosamente en el corazón de la Iglesia y las Constituciones de los Salesianos afirman: «Por vocación estamos situados en el corazón de la Iglesia y puestos plenamente al servicio de su misión«, ¿nos encontramos de veras con la Virgen cuando decimos que estamos en el corazón de la Iglesia?

La devoción a la Auxiliadora surgió en la Iglesia como apoyo a sus Pastores. Hoy Don Bosco nos sigue pidiendo cariño, respeto y defensa de nuestros Pastores, particularmente del Papa. Nos convertiremos así en signos de la Auxiliadora en la Iglesia. ¿Nos lleva a esto la devoción a la Virgen?

Invoquemos el Auxilio de María.

El canto joven de María.

Estoy tan contenta y soy tan dichosa, que por eso le doy gracias con toda el alma al Señor.

Nadie hizo tanto por mí como mi Dios. El me salvó ya desde siempre, sin que yo me diera cuenta del todo. Me colmó de tantos favores, que todos envidiarán mi suerte desde ahora.

Yo se lo debo todo a mi Dios, que está por encima del hombre y quiere su bien, que es bueno y poderoso, que es fiel y nunca falta a su palabra. No le gustan los que se creen seguros de sí mismos, pues no lo están en realidad y su corazón, al final, les engaña. Y sé que puso a los humildes y a los pobres, que vivían sin muchas pretensiones, por encima de los señores arrogantes y de engreído corazón, cuyo Dios es el dinero.

Siempre dijo que estaría con quienes obra como yo, y estoy segura de ello, pues es fiel y siempre cumple su palabra. Lo sé porque Él lo ha dicho muchas veces y otras tantas lo ha cumplido.

Por eso estoy contenta y soy dichosa y doy gracias con toda el alma a mi Señor.

María, Auxiliadora de los cristianos, ruega por nosotros.


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