La primera fiesta de María Auxiliadora.

En el año de 1801, el Papa Pío VII, el segundo Pontífice que dio impulso a la advocación, firmó un Concordato con Napoleón Bonaparte para garantizar la paz entre la Iglesia y Francia, declarando al catolicismo como la religión de la mayoría de los franceses. Tres años más tarde, en 1804, el Papa viajó a París para la coronación del nuevo emperador, sin embargo, Napoleón se impuso a sí mismo la Corona, por lo que el Papa únicamente lo ungió como marcaba la tradición.  No pasó mucho tiempo, año de 1806, para que la ambición de Napoleón entrara en conflicto con la Iglesia. El entonces emperador exigía al Papa que bloqueara a Inglaterra, a lo que el Pontífice se negó, lo que provocó una invasión de Francia a los Estados Pontificios en el año de 1808.

Debido a la gran ambición de Napoleón el Papa decidió excomulgar al entonces emperador lo que provocó que las tensiones aumentaran al punto que Napoleón decidió arrestar a su santidad. Cuando las tropas entraron en su residencia, en aquel momento ubicadas en el Quirinal, le preguntaron al Papa si renunciaba a los Estados Pontificios y retiraba la excomunión, la respuesta que dio fue: “Non possiamo, non dobbiamo, non vogliamo (No podemos, no debemos, no queremos)”.

Dicho arresto causó gran deterioro a la salud del Pontífice además de un gran sufrimiento que le hicieron pasar durante un viaje inhumano con el que Napoleón trató de humillarle. El Papa prometió a la Virgen María que, si llegaba a recuperar su libertad y lograba volver a Roma, declararía que ese día celebraría la Solemnidad en honor a María Auxilio de los cristianos, y cada día de su cautiverio repetía: “Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica”.

Napoleón afirmaba que «las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados». Durante una batalla en los campos de Rusia, el poderoso emperador veía como el frío helaba las manos de sus soldados y el fúsil se les iba cayendo, quedando hasta el último de sus hombres desarmado; aquel deslumbrante ejército que había hecho temblar a los reyes volvía humillado. Sin embargo, los adversarios austriacos los estaban esperando con un fuerte ejército el cual los atacó y derrotó rotundamente. Napoleón fue expulsado de Francia y fue exiliado a la isla de Santa Elena.

Inmediatamente el Vicario de Cristo fue puesto en libertad y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. Tal como lo había prometido cada día durante su arresto, decretó que desde ese día cada 24 de mayo se celebraría la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la Madre de Dios.


Descubre más desde Parroquia El Espíritu Santo

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.