San Pío V, después de la batalla de Lepanto, decidió instituir la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías de Loreto incluyeran también la invocación “María Auxiliadora”.
El Papa Pío VII instituyó la fiesta de María Auxiliadora, en memoria de su retorno a Roma después de haber sido encarcelado en el palacio de Fontainebleau por Napoleón Bonaparte.
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El Papa Juan XXIII cultivó una devoción especial a María Auxiliadora y la proclamó Patrona del Concilio con el título de “Auxilium Christianorume Auxilium Episcoporum”.
San Pablo VI, en muchas circunstancias de su vida y de su pontificado, manifestó una devoción particular a María Auxiliadora.
San Juan Pablo II fue a menudo a rezar a la capilla de María Auxiliadora en la iglesia de San Estanislao Kostka (Cracovia) y justo delante de la imagen de María Auxiliadora, cuando era joven, tomó la firme decisión de entrar en el seminario.
El Papa Francisco siempre ha dicho que aprendió a amar a María Auxiliadora durante su infancia.
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