La carta a la Virgen.

En muchos lugares existía – y aun existe – la tradición de escribir una carta a la Virgen al inicio del mes de mayo o de la novena de María Auxiliadora.

Era una corazonada de hijo a la Madre, un secreto entre Madre e hijo.

Esta carta se depositaba a los pies de la Virgen y allí permanecía como súplica. El último día de mayo – o de la novena –, en una velada festiva y mariana, se quemaban las cartas. Algo nuestro subía, en silencio, hasta la Madre.


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