San Félix de Valois

San Félix de Valois,
Sacerdote

  • 20 de noviembre

Según algunos historiadores, San Félix llevaba su apellido por pertenecer a la familia real francesa; otros dicen que simplemente por ser originario de esa región. Pero al final, lo importante es lo que tú ya sabes: la santidad no depende del lugar de nacimiento ni de la familia, sino del corazón y del amor a Dios.

San Félix nació alrededor del año 1126 en Francia. Desde joven decidió estudiar en un monasterio, donde tuvo como maestro nada menos que a San Bernardo. Bajo su guía, Félix aprendió a vivir como un cristiano apasionado, entregado a Dios y al servicio del prójimo.

Un llamado a la vida solitaria

Aunque disfrutaba de la vida monástica, su corazón buscaba algo más radical: un retiro total para dedicarse únicamente a Dios. Por eso decidió vivir como ermitaño, construyéndose una pequeña cabaña en un lugar solitario, cerca de una fuente y lejos de la gente. Allí pasó muchos años en oración y penitencia.

Cuando ya era mayor, se le unió otro hombre con el mismo deseo de santidad: Juan de Mata. Ambos compartían un profundo amor por Dios y una gran preocupación por las personas que sufrían.

Nace una idea para liberar cautivos

Un día, juntos tuvieron una idea extraordinaria: fundar una orden religiosa dedicada a liberar cristianos que habían sido capturados y llevados a cárceles en tierras musulmanas como Marruecos, Argel y Túnez. Muchísimos creyentes sufrían allí y corrían el peligro de perder su fe.

San Félix y San Juan viajaron a Roma para pedir la aprobación del Papa Inocencio III. Al recibirla, nació la Orden de la Santísima Trinidad. Comenzaron a reunir fondos y organizar expediciones para rescatar cautivos. El proyecto tuvo gran éxito y se lograron liberar a muchos cristianos. Incluso, en ocasiones, los frailes trinitarios se ofrecían como rehenes para salvar a otros.

Un legado de amor y libertad

San Félix extendió la orden por Francia e Italia. Cuando llegó el momento de separarse, San Juan siguió su misión en un lugar y San Félix se quedó como superior de la región francesa, viviendo en Cerfroid, donde todo comenzó. Falleció allí a los 86 años, en 1212.

En 1262, tanto San Félix como San Juan fueron canonizados por el Papa Urbano IV, dejando a la Iglesia un ejemplo luminoso de amor, sacrificio y entrega total al servicio de los demás.


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