San Cirilo de Jerusalén

San Cirilo de Jerusalén,
Obispo

  • 18 de marzo

De San Cirilo de Jerusalén se conocen pocos detalles de su vida temprana. Se cree que nació alrededor del año 315 y probablemente formaba parte del clero de Jerusalén. Se cuenta que fue uno de los que recibieron con alegría a San Atanasio, cuando este llegó a la ciudad para compartir lo ocurrido en el Concilio de Sárdica.

Obispo de Jerusalén

La forma en que Cirilo llegó a ser obispo no está del todo clara. Algunos dicen que sucedió al obispo Máximo, otros que tuvo dificultades en su ordenación. Lo cierto es que, desde el año 350, comenzó a pastorear la Iglesia de Jerusalén. Su misión no era sencilla: debía animar a una comunidad marcada por la conquista romana y por las persecuciones. Cirilo entendía que gobernaba una Iglesia muy especial, pues Jerusalén era la madre de todas, fundada por Jesús mismo y confiada a los Apóstoles.

Las Catequesis

Con gran entusiasmo, San Cirilo escribió sus famosas Catequesis, una serie de enseñanzas para los catecúmenos, es decir, quienes se preparaban para recibir el bautismo. En ellas explicaba con claridad las verdades de la fe cristiana. También redactó catequesis dirigidas a los ya bautizados, en las que profundizaba en el significado de los sacramentos: el bautismo, la confirmación y la eucaristía. Gracias a estas enseñanzas, la fe de los cristianos de Jerusalén se fortalecía y crecía.

Caridad y Pruebas

En una ocasión, una terrible hambruna azotó Jerusalén y sus alrededores. El obispo, movido por la necesidad de su pueblo, decidió vender los tesoros de la Iglesia para ayudar a los más necesitados. Aunque esta acción mostraba su profundo amor y compromiso, no fue bien vista por las autoridades de diócesis vecinas, lo que le costó el destierro. En total, San Cirilo fue desterrado tres veces, siempre por mantenerse fiel a su conciencia y al cuidado de los pobres.

Últimos Años

En mayo del año 381, participó en el Concilio Ecuménico de Constantinopla, donde se reforzó la doctrina cristiana sobre el Espíritu Santo. Tras regresar a Jerusalén, continuó trabajando con pasión por la fe de su comunidad. Finalmente, murió el 18 de marzo del 386. Muy pronto, toda la Iglesia lo reconoció como santo, celebrando su entrega, su amor a la verdad y su firmeza en la caridad.

Bibliografía
Requena, Miguel Ángel (2009). Los santos, un amigo para cada día. Editorial EDIBESA.


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