San Frutos

San Frutos,
Ermitaño

  • 25 de octubre

Allá por el siglo VII, en Segovia (España), vivía una familia noble descendiente de antiguos señores romanos. La fe cristiana era el centro de su vida y todos la vivían con gran sinceridad. Los padres y sus tres hijos —Frutos y los gemelos Valentín y Engracia— disfrutaban de un hogar lleno de amor, alegría y unidad en Dios. Eran niños felices, juguetones y sin carencias, pues lo tenían todo.

Una Prueba Dolorosa

Sin embargo, la felicidad no duró para siempre. Un día, los tres hermanos quedaron huérfanos. A pesar de la tristeza, aceptaron la voluntad de Dios y decidieron vivir con mayor seriedad y profundidad su fe. Asistían a la iglesia siempre que podían y rezaban las oraciones que sus padres les habían enseñado. Con el tiempo, tomaron una decisión radical que transformó sus vidas: vendieron todo lo que poseían, entregaron el dinero a los pobres y eligieron retirarse a un lugar apartado para dedicarse totalmente a Dios.

Un Camino de Oración

Valentín y Engracia permanecieron a orillas del río Duratón. Allí construyeron una pequeña casita y comenzaron una vida de retiro y oración. Frutos, buscando aún más soledad, encontró un lugar elevado sobre los paredones de piedra del mismo río. En una cueva que cerró con una pared, comenzó a vivir como un verdadero ermitaño. Su vida era sencilla y profunda: mucha oración, poca comida y descanso, y un corazón totalmente enfocado en Dios. A veces algún pastor llegaba buscando consejo, y Frutos, con alegría, lo escuchaba y lo guiaba espiritualmente. Quienes lo visitaban regresaban a casa llenos de paz.

El Milagro de la “Cuchillada”

Un día, ocurrió algo extraordinario. Un grupo de cristianos, huyendo de los musulmanes, llegó a la cueva de Frutos pidiendo ayuda. El santo, confiando plenamente en Dios, trazó una línea en el suelo con su bastón y declaró que aquel sería el límite que el enemigo no podría cruzar. Al instante, el terreno detrás de la línea se derrumbó formando una pared vertical de piedra que impedía el paso. A ese lugar hoy se le llama “la cuchillada de San Frutos”.

Patrón de Segovia

San Frutos es hoy el Patrón de Segovia. Cada año, los segovianos suben en romería hasta su ermita para pedir su intercesión y favores para su ciudad. Su vida sigue inspirando a muchos a confiar plenamente en Dios y vivir con generosidad y fe.


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