Santo Tomás Becket

Santo Tomás Becket,
Obispo y Mártir

  • 29 de diciembre

Este santo fue como una piedra en el zapato para el rey de Inglaterra. Cada día «tropezaba» con él y, cansado de eso, decidió deshacerse de él de la peor manera. Así empezó la historia de Tomás Becket, un hombre que prefirió ser fiel a Dios antes que complacer a un rey.

Una formación privilegiada

Tomás nació en 1118 y era el único hijo varón de su familia. Gracias a su origen acomodado, recibió educación con los monjes de Merton y después estudió en Bolonia y París, dos centros académicos muy importantes. Al terminar sus estudios, comenzó a trabajar en el arzobispado de Canterbury, donde se ganó la total confianza del arzobispo.

De canciller a servidor de Dios

La vida de Tomás cambió cuando el rey Enrique II llegó al trono y lo nombró canciller, el cargo más importante después del rey. Tomás se movía entre reuniones, banquetes, misiones diplomáticas y una vida elegante. Sin embargo, cuando podía, se retiraba al monasterio para orar en paz.

Un arzobispo inesperado

Tras la muerte del arzobispo de Canterbury, el rey pensó que Tomás sería perfecto para ocupar el cargo. Creía que, siendo su amigo, tendría a la Iglesia bajo control. Tomás aceptó, fue ordenado sacerdote y consagrado obispo en tres días… y entonces empezó el verdadero conflicto.

Choque con el poder

Una vez arzobispo, Tomás renunció a su cargo de canciller para dedicarse totalmente a la Iglesia. Entonces comenzaron los «tropezones»:

  • Se opuso a un tributo injusto impuesto por el rey.
  • Defendió que los miembros de la Iglesia no podían ser juzgados por tribunales civiles.

Estas decisiones enfurecieron a Enrique II, quien reunió a los obispos para obligarlos a apoyarlo. Algunos cedieron, pero Tomás no.

Persecución y exilio

Como represalia, el rey le quitó sus bienes e intentó encarcelarlo. Tomás huyó a Francia y se refugió en un monasterio. El Papa Eugenio III apoyó a Tomás y pidió paz. Enrique aceptó «reconciliarse» … pero no era sincero.

Martirio en la catedral

El 28 de diciembre de 1170, mientras Tomás rezaba en la catedral, cuatro enviados del rey lo asesinaron brutalmente. Tomás entregó su vida defendiendo la libertad de la Iglesia frente al poder civil.

Después de su muerte

Solo tres años más tarde, en 1173, el Papa Alejandro III lo canonizó. Tomás Becket quedó en la historia como un valiente defensor de la fe y de la justicia, dispuesto a darlo todo por Dios.


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