Beata Encarnación Rosal

Beata Encarnación Rosal,
Religiosa

  • 27 de octubre

María Vicenta Rosal Vásquez nació el 26 de octubre de 1820, en el barrio San Nicolás de Quetzaltenango. Sus padres, Manuel Encarnación Rosal y Gertrudis Leocadia Vásquez, le dieron una sólida formación cristiana.

Desde niña mostró un carácter alegre y sociable, aunque siempre con inclinación a la oración y al silencio para dedicarse a Dios. Después de su Primera Comunión, nació en ella un fuerte deseo de entregarse plenamente al Señor.

Vocación consagrada

En la adolescencia, una amiga le habló de las monjas bethlemitas. Inspirada por este testimonio, Vicenta viajó a la Ciudad de Guatemala e ingresó al Beaterio de Belén el 1 de enero de 1838, a los 15 años. Recibió el hábito el 16 de julio de ese mismo año de manos del último bethlemita, Fray Martín de San José, y tomó el nombre de Sor Encarnación. El 26 de enero de 1840 profesó sus votos religiosos.

La revelación de los Dolores Internos

En la vigilia del Jueves Santo de 1857, durante la oración en el coro, Sor Encarnación meditaba sobre la agonía de Jesús en Getsemaní. En su interior escuchó la voz de Cristo que le decía: «No celebran los dolores de mi corazón».

Pocos días después, tras comulgar, volvió a escuchar el mismo mensaje. Aunque en un inicio no fue tomada en serio, el Señor insistía en confiarle esta misión, resaltando su humildad.

Una promesa cumplida

En julio de ese mismo año, una epidemia de cólera golpeó la ciudad y al convento. Sor Encarnación prometió al Señor que, si cesaba la epidemia, promovería la devoción a los Dolores Internos del Sagrado Corazón. Milagrosamente, la peste terminó y ella cumplió su palabra. Logró que se instituyera la fiesta cada 25 de agosto y que se recordara también el día 25 de cada mes. Para ello, pidió al artista Juan José Rosales pintar un óleo con la visión que llevaba en su corazón.

Últimos años y “la monja durmiente”

La difícil situación política en Guatemala obligó a Sor Encarnación a trasladarse primero a Costa Rica (1877) y luego a Pasto, Colombia (1884), desde donde la Orden Bethlemita se expandió hasta Ecuador.

En un viaje al Santuario de Las Lajas, sufrió un accidente al caer de su caballo y falleció. Fue sepultada en Ecuador, pero posteriormente sus restos fueron trasladados a Colombia. Al exhumarla, más de 110 años después, se descubrió que su cuerpo permanecía incorrupto, lo que le dio el nombre popular de “La monja durmiente”.

Reconocimiento de la Iglesia

La causa de beatificación fue introducida en Roma el 23 de abril de 1976. Finalmente, el 4 de mayo de 1997, el Papa San Juan Pablo II la declaró Beata en una solemne ceremonia en el Vaticano, reconociendo oficialmente la santidad de esta guatemalteca que regaló al mundo una devoción tan profunda.


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