Muchos padres de familia cristianos aprendieron, y transmitieron después a sus hijos, la bonita tradición de terminar cada día dando gracias a Dios por el día que ha finalizado y, también, pidiendo perdón por las faltas cometidas.
El punto final consistía en rezar tres Ave Marías a María Auxiliadora finalizando cada una con la jaculatoria: «María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros». Es algo muy fácil y sencillo.

Recuerda la costumbre monástica de cerrar la jornada con el canto de la Salve. Esta práctica piadosa ha sido el hilo de salvación que ha mantenido a muchos unidos a la Virgen y, por Ella, unidos a la Iglesia y al Evangelio.
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