San Pío de Pietrelcina,
Sacerdote
- 23 de septiembre
San Pío nació en Pietrelcina, Italia, el 25 de mayo de 1887 con el nombre de Francisco Forgione de Nunzio, hijo de Grazio y María Josefa. Desde los cinco años expresó su deseo de ser como san Francisco: bueno y cercano a todas las criaturas. A los 18 años ingresó como fraile capuchino y tomó el nombre que lo acompañaría para siempre: Pío de Pietrelcina. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910.
Una vida marcada por la cruz
Poco después enfermó de un mal extraño y tuvo que regresar a su pueblo natal, donde el aire puro de la montaña le ayudaba. Allí pasó largos momentos de oración y sufrimiento, hasta que Jesús le concedió participar en su Pasión con los estigmas: heridas en las manos, pies y costado.
Cuando mejoró de salud fue destinado al convento de San Giovanni Rotondo, donde permaneció 52 años. Lo que era un pueblo tranquilo se transformó con su presencia en un lugar lleno de vida: multitudes acudían a verlo, escucharlo, confesarse con él y también a buscar ayuda en el hospital que fundó.

El confesor incansable
El Padre Pío se volvió muy conocido por su entrega en el confesionario: pasaba hasta 15 horas diarias atendiendo penitentes. Sus misas eran largas y profundas, celebradas con gran devoción, lo que atraía a miles de personas.
Obras de caridad y oración
Con las numerosas limosnas que recibía, no solo ayudaba a los pobres, sino que decidió construir un hospital moderno y solidario: la «Casa de Alivio del Sufrimiento», que hoy sigue funcionando con más de mil empleados. Además, fundó los Grupos de Oración, comunidades que rezan incesantemente por las necesidades del mundo y que ahora se encuentran repartidos en muchos países.
Últimos años y legado
El Padre Pío soportó los dolores de los estigmas hasta el final de su vida. Falleció el 23 de septiembre de 1968, y en ese momento sus heridas desaparecieron misteriosamente. Su entierro congregó a una multitud tan grande que la procesión duró más de tres horas.
El 16 de junio de 2002, san Juan Pablo II lo proclamó santo en una celebración multitudinaria en Roma a la que asistieron más de 300,000 personas, testigos del reconocimiento oficial a una vida de entrega total a Dios y a los demás.
Bibliografía
Requena, Miguel Ángel (2009). Los santos, un amigo para cada día. Editorial EDIBESA.
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