En el interior de la Basílica de María Auxiliadora, ubicada en Turín, se encuentra el cuadro que nos muestra a María Auxiliadora, mismo que fue pintado por el artista Andrés Lorenzone, bajo las indicaciones y guía de Don Bosco; este ha sido la fuente que ha mostrado como es la iconografía de «la Virgen de Don Bosco».
Las primeras recomendaciones de Don Bosco
Entre los muchos escritos sobre Don Bosco, podemos ubicar uno que narra cómo fueron aquellas reuniones que sostuvo con el pintor, en las que le comentó la idea que tenía y como debía de ejecutarla.
Expresó así su pensamiento a Tomás Lorenzone: «En lo alto, María Santísima entre los coros angélicos; en torno a Ella y más cerca los apóstoles, después los mártires, los profetas, las vírgenes y los confesores. En tierra, los emblemas de las grandes victorias de María y los pueblos de las distintas partes del mundo con las manos levantadas pidiendo auxilio».
Hablaba como de algo ya visto por él y precisaba todos los detalles. Lorenzone lo escuchaba sin perder sílaba. Cuando Don Bosco terminó, le preguntó:
– ¿Y dónde pondrá ese cuadro?
– ¡En la nueva iglesia!
– ¿Cree que cabrá en ella?
– ¿Por qué no?
– ¿Y dónde encontrará la sala para pintarlo?
– Eso va por cuenta del pintor.
– ¿Dónde quiere que halle un espacio capaz para este cuadro? Haría falta toda la plaza Castillo. Salvo que pretenda una miniatura para el microscopio.
Todos rieron. El pintor demostró su punto de vista, teniendo en cuenta las medidas y reglas de la proporción.
Don Bosco quedó un poco contrariado, pero no tuvo más remedio que reconocer que el pintor llevaba razón. Se decidió que el cuadro llevara solamente la Virgen, los apóstoles, los evangelistas y algunos ángeles en la parte superior. Al pie de este, bajo la gloria de la Virgen, iría el Oratorio. Se alquiló un amplísimo salón del palacio Madama y el pintor empezó inmediatamente su trabajo; este le ocuparía casi tres años.
«Cierto día – cuenta un sacerdote del Oratorio – entré en el estudio del pintor para ver el cuadro. Era la primera vez que yo me tropezaba con Lorenzone. Estaba él sobre una escalerilla dando los últimos toques al rostro de la imagen de la Virgen. No se volvió al ruido de mi entrada, continuó su trabajo. Después de un rato descendió y se puso a contemplar el efecto que daban los últimos retoques. De pronto se percató de mi presencia; me agarró de un brazo y me llevó a un punto desde donde pudiera apreciar mejor el cuadro y, una vez allí, me dijo:
– ¡Mire qué hermosa es! No es obra mía; no soy yo quien pinta, hay otra mano que guía la mía. Y esta, a mi parecer, pertenece al Oratorio.
Diga, pues, a Don Bosco que el cuadro saldrá como él lo quiere. Estaba locamente entusiasmado. Después se puso nuevamente a su trabajo». Cuando se llevó el cuadro a la iglesia y se colocó en su lugar, Lorenzone cayó de rodillas derramando abundantes lágrimas. (MBe VIII, 17-18)

La descripción de Don Bosco sobre el cuadro
Fue el propio Don Bosco quien dio una clara descripción de la pintura.
Tiene poco más de siete metros de alto por cuatro metros de ancho. Se presenta a la vista de todos como una aparición de María Auxiliadora de la siguiente forma: la Virgen Santísima campea en un mar de luces y majestad, hallada sobre un trono de nubes. Está cubierta por un manto sostenido por un grupo de ángeles, los cuales, formando una corona alrededor de la Madre de Dios, le rinden honores como a su Reina. En su mano derecha sostiene el cetro, que simboliza su poder, aludiendo a las palabras que Ella ha dicho y encontramos en el Evangelio: ‘Fecit mihi magna qui potens es‘ (Magníficat). En su mano izquierda sostiene al Niño Jesús, quien se presenta con los brazos abiertos, en señal de ofrecimiento de sus dones y su misericordia a todo aquel que recurra a su augusta Madre.
Sobre su cabeza porta una corona, con la que ha sido proclamada como Reina del cielo y tierra y todo lo creado. De la parte de arriba sale un rayo de luz celestial que, brotando desde el ojo de Dios, va a posarse sobre la cabeza de María. En él está escrita la frase: ‘El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra’. Siempre desde la parte superior pero proveniente del otro lado, descienden otros rayos de luz que nacen de la paloma, representando al Espíritu Santo, y se posan también en la cabeza de la Virgen; en los mismos se leen las palabras: ‘Ave María’, recordando así el saludo hecho por el Arcángel San Gabriel a María cuando, en nombre de Dios, le anunció que sería ella la Madre del Salvador.
Un poco más abajo se encuentran los santos Apóstoles y los evangelistas san Lucas y san Marcos, en tamaño ligeramente mayor al natural. Aparecen como transportados por un dulce éxtasis exclamando: poco mayor que el natural. Aparecen como transportados por un dulce éxtasis exclamando: «Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros» y mirando atónitos a la Virgen, que aparece majestuosa sobre las nubes.
En el fondo del cuadro surgen la ciudad de Turín y varios devotos que están agradeciendo a la Virgen todos los favores recibidos y le suplican que siga mostrándose como Madre de Misericordia en los graves peligros de la vida.
Mensaje de la pintura de Don Bosco
Don Bosco buscó que, a través del cuadro, se pudiese transmitir un mensaje muy concreto sobre la Virgen María. María es Madre y modelo de la Iglesia en donde se puede apreciar que el rostro de la Madre es igual al rostro del Hijo; está siendo sostenida por san Pedro y san Pablo y rodeada por los Apóstoles y Evangelistas; esto significa: una sola Iglesia apostólica y misionera.
La Virgen se presenta como la mujer signo del Apocalipsis, pero de una manera amorosa, con los brazos abiertos ofreciéndonos a su Hijo y recibirnos como Madre. El Niño Dios muestra también los brazos abiertos, ofreciendo su misericordia a todo aquel que acude a su Madre. En la parte de abajo del cuadro se ve el edificio del Oratorio, que es la forma de expresar que Ella brinda una protección particular de Dios por la salvación de los jóvenes.
Simbología de la representación de María
En la pintura que fue inspiración de Don Bosco y de la cual el propio Lorenzone diría que, al pintar el rostro de la Virgen, fue una mano invisible la que guiaba los pinceles, podemos encontrar muchos símbolos con grandes significados.
Virgen María de pie. En el centro del cuadro, se encuentra «verticalmente dominante», es un símbolo referido a la Inmaculada Concepción (día en que inició la obra de Don Bosco) y a la Madre de Dios: luna, estrella, aurora, trono, lugar elevado y santo, torre de David. La verticalidad expresa la asunción hacia la esfera divina, como creatura que ha sido escogida y consagrada.
Una doble coronación, la corona de estrellas y la corona real. Las estrellas representan la cercanía a la divinidad; el número doce representa a las doce tribus de Israel o a los doce Apóstoles. Dichas estrellas poseen seis puntas, es decir son la intersección de dos triángulos ya que en la antigüedad se consideraba como símbolo de María y representaba el encuentro entre el Cielo y la Tierra. La corona dorada, simbolizando el oro, representa que María es una reina que porta los símbolos de poder: vestida Ella y el Niño Jesús con atuendos reales inspirados en las monarquías europeas, con el cetro en su mano. Tanto la corona de María como la que porta el Niño Jesús en su cabeza, están rematadas al centro por una estrella, ya que María es la «Stella Maris», es decir, la estrella de mar que guía a los navegantes, que somos todos nosotros, hacia puerto seguro.
El cetro, insignia de poder y de gobierno, simboliza a María como reina que siempre actuará en favor de su pueblo, nosotros sus hijos, ya que ella es nuestra Madre que guía, protege e incluso combate por nosotros, quienes acudimos a Ella con total confianza.
Las vestimentas de María Auxiliadora, un vestido de color rosado, que representa el amor traducido en la obediencia, sencillez, femineidad, pureza y respeto; un manto sobre sus hombros de color Azul, símbolo de la realeza de María que lo expresa en su servicio, entrega y lealtad a Dios. El Niño Jesús, por su parte, viste una túnica de blanco puro, sin costuras, tejida de una pieza de arriba abajo.
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