Haznos signos del amor de Dios.

Tú fuiste suscitado por el Espíritu Santo, con la intervención materna de María, para contribuir a la salvación de la juventud. Tú nos has sido dado por el Señor como Padre y Maestro, y nos has confiado un programa fascinante de vida en la máxima «Da mihi animas, caetera toelle».

Tú nos has transmitido, bajo la inspiración de Dios, un espíritu original de vida y acción, cuyo centro y cuya síntesis es la caridad pastoral. Haz que nuestro corazón pueda ser inflamado por el fuego del ardor y del impulso evangelizador, para ser signos creíbles del amor de Dios a los jóvenes.

Haz que sepamos aceptar con serenidad y alegría las exigencias cotidianas y las renuncias de la vida apostólicas para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Ayúdanos a reforzar la identidad carismática y a despertar la pasión apostólica. Amén.


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