Año 1862.
Un día en 1862 estaba Don Bosco recomendando a los sacerdotes confesores que le pidieran mucho a Dios la gracia de saber confesar bien y de obtener la eficacia de la palabra y la virtud de la prudencia, y les recordaba que muchos hacen malas confesiones por temor. Y les narró lo siguiente.
Un joven que se callaba los pecados.
Una noche soñé que veía a un joven con el corazón podrido y lleno de gusanos. No le hice caso al sueño, pero a la noche siguiente soñé que veía a un perro que le mordía el corazón a ese pobre joven. Entonces me convencí de que Nuestro Señor quería ayudar a ese muchacho quitándole de la conciencia algún pecado que tenía sin perdonar.
![](https://espiritusantogt.com/wp-content/uploads/2024/06/el-sacrilegio.jpg?w=1880)
Y un día me lo encontré y le dije:
– ¿Me quiere hacer un favor?
– Sí, claro, por supuesto. ¿Qué será?
– ¿Quiere decirme si tiene algún pecado en su conciencia sin haberlo confesado?
El quiso negarlo, pero yo le dije:
– ¿Y aquel pecado? ¿Y aquel otro? ¿Por qué no los ha confesado?
Entonces me miró al rostro y comenzó a llorar y me dijo:
– Tiene razón. Hace dos años que tengo esos dos pecados en mi conciencia y nunca he sido capaz de confesarlos.
Y aquel muchacho se puso en paz con Dios.
Descubre más desde Parroquia El Espíritu Santo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.