Reglamento de la Compañía de la Inmaculada.

Nosotros, Domingo Savio, Giuseppe Rocchietti, Luigi Marcellino, Giovanni Bonetti, Francesco Vaschetti, Celestino Durando, Giuseppe Momo, Giuseppe Bongioanni, Michele Rua, Giovanni Cagliero para granjearnos durante la vida y en trance de muerte la protección de la Virgen Inmaculada y para dedicarnos enteramente a su santo servicio, hoy, ocho del mes de junio [1856], fortalecidos con los santos sacramentos de la Confesión y Comunión, resueltos a profesar a nuestra Madre celestial una filial y constante devoción, nos comprometemos ante su altar y con el consentimiento de nuestro director espiritual, a imitar en cuanto nos lo permitan nuestras fuerzas a Luis Comollo, para cuyo fin nos obligamos:

1. A observar rigurosamente el reglamento de la casa.

2. A edificar a nuestros compañeros amonestándoles caritativamente y exhortándoles al bien con nuestras palabras y mucho más con nuestro buen ejemplo.

3. A emplear escrupulosamente el tiempo.

Y para asegurarnos la perseverancia en el estilo de vida que nos proponemos, sometemos a nuestro director el siguiente reglamento:

1. Como regla principal prometemos una rigurosa obediencia a nuestros superiores, a los que nos sometemos con ilimitada confianza.

2. Nuestra primera y especial ocupación consistirá en el cumplimiento de nuestros propios deberes.

3. La caridad recíproca unirá nuestros ánimos y nos hará amar indistintamente a nuestros hermanos, a quienes avisaremos amablemente cuando parezca útil la corrección.

4. Dedicaremos una media hora semanal a reunirnos y, después de invocar al Espíritu Santo y hecha una breve lectura espiritual, nos ocuparemos del progreso de la Compañía en la virtud y en la piedad.

5. Nos avisaremos en particular de los defectos que tengamos que corregir.

6. Trabajaremos para evitar cualquier disgusto entre nosotros, por pequeño que sea, y soportaremos con paciencia a nuestros compañeros y a las demás personas que nos resulten antipáticas.

7. No se señala ninguna oración particular, puesto que el tiempo que nos quede después de cumplir nuestros deberes, hemos de consagrarlo a lo que parezca más útil a nuestra alma.

8. Admitimos, sin embargo, estas pocas prácticas:

a) Frecuentaremos los santos sacramentos lo más a menudo que nos sea posible.

b) Nos acercaremos a la mesa eucarística todos los domingos, fiestas de guardar, novenas y solemnidades de María y de los Santos protectores del Oratorio.

c) Durante la semana procuraremos comulgar todos los viernes, a no ser que nos lo impida alguna grave ocupación.

9. Todos los días, especialmente al rezar el santo rosario, encomendaremos a María nuestra asociación, pidiéndole que nos conceda la gracia de la perseverancia.

10. Procuraremos ofrecer todos los sábados alguna práctica especial o alguna solemnidad en honor de la Inmaculada Concepción de María.

11. Tendremos, por tanto, un recogimiento cada vez más edificante en la oración, en la lectura espiritual, en el rezo de los oficios divinos, en el estudio y en la clase.

12. Acogeremos con avidez la palabra de Dios y repensaremos las verdades oídas.

13. Evitaremos toda pérdida de tiempo para librar nuestras almas de las tentaciones que suelen acometer fuertemente en tiempo de ocio; y, por lo tanto:

14. Después de haber cumplido nuestras propias obligaciones, emplearemos el tiempo que nos quede en ocupaciones útiles, como lecturas piadosas e instructivas, o en la oración.

15. Está mandado el recreo o al menos recomendado después de la comida, la clase y el estudio.

16. Procuraremos manifestar a nuestros superiores lo que pueda ser provechoso para nuestro adelanto moral.

17. Procuraremos también hacer uso con gran moderación de los permisos que nos suele conceder la bondad de nuestros superiores, puesto que uno de nuestros principales fines es la exacta observancia del reglamento, quebrantado muy a menudo por el abuso de estos mismos permisos.

18. Tomaremos el alimento que nuestros superiores dispongan, sin quejarnos jamás de lo que nos pongan en la mesa, y procuraremos que tampoco se quejen los demás.

19. El que muestre ilusión por formar parte en esta asociación deberá, ante todo, purificar su conciencia en el sacramento de la confesión, recibir la sagrada comunión, dar luego prueba de buena conducta durante una semana, leer atentamente estas reglas y prometer a Dios y a María Santísima Inmaculada su exacta observancia.

20. El día de su admisión, todos los socios se acercarán a la santa comunión pidiendo a su Divina Majestad que obtenga a nuestro compañero la virtud de la perseverancia, de la obediencia y el amor de Dios.

21. La asociación está puesta bajo el patrocinio de la Inmaculada Concepción, de quien tomamos nombre y cuya medalla constantemente llevaremos. Una sincera, filial e ilimitada confianza en María, un amor singularísimo y una devoción constante hacia ella nos harán superar todos los obstáculos y ser firmes en nuestras resoluciones, rigurosos con nosotros mismos, amables con el prójimo y exactos en todo. Aconsejamos además a los hermanos que escriban los santos nombres de Jesús y de María, primero en su corazón y en su mente, y luego en sus libros y en los objetos de su uso.

Rogaremos a nuestro Director que examine el reglamento y nos manifieste su parecer, asegurándole que nos atendremos todos a lo que él disponga. Puede modificarlo en todo lo que le parezca conveniente.

María Inmaculada, nuestra titular, bendiga nuestros esfuerzos, puesto que Ella nos ha inspirado crear esta piadosa asociación; que Ella aliente nuestras esperanzas, escuche nuestros gozos, para que, amparados bajo su manto y fortalecidos con su protección, desafiemos las borrascas de este mar proceloso y superemos los asaltos del enemigo infernal.

De esta suerte, y por ella amparados, confiamos poder ser de edificación para nuestros compañeros, de consuelo para nuestros superiores e hijos predilectos de tan augusta Madre. Y, si Dios nos concede gracia y vida para servirle en el ministerio sacerdotal, nos esforzaremos en hacerlo con el mayor celo posible.

Y desconfiando de nuestras fuerzas, y con una confianza ilimitada en el auxilio divino, nos atreveremos a esperar que, después del peregrinaje por este valle de lágrimas, obtendremos a la hora postrera, consolados por la presencia de María, el eterno galardón que Dios prepara a quienes le sirven en espíritu y en verdad.

Don Bosco leyó este reglamento de vida y, después de haberlo examinado atentamente, lo aprobó con las siguientes condiciones:

1. Las mencionadas promesas no tienen fuerza de voto.

2. Ni siquiera obligan bajo pena de culpa alguna.

3. En las reuniones se propondrá alguna obra de caridad externa, como la limpieza de la iglesia o la instrucción religiosa de algún niño menos instruido.

4. Se distribuirán los días de la semana de modo que cada día comulgue alguno de los socios.

5. No se añadan otras prácticas piadosas sin permiso especial de los superiores.

6. Establézcase como objeto principal el promover la devoción a la Inmaculada Concepción y al Santísimo Sacramento.

7. Antes de aceptar a un aspirante, désele a leer la vida de Luis Comollo.

Domingo Savio era el más indicado para fundar tal Compañía. Todos eran amigos suyos; el que no le quería, por lo menos le respetaba por sus virtudes. Él, por otra parte, sabía quedar bien con todos. Tan firme estaba en la virtud, que se le aconsejó entretenerse con algunos compañeros algo díscolos para ver si lograba ganarlos para Dios. Él se aprovechaba del recreo, de los juegos y de las conversaciones, aun indiferentes, para sacar provecho espiritual.


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