El pañuelo de la Virgen.

Año 1861.

En la noche del 14 de junio vi en sueños que un grupo de jóvenes rodeaba a la Santísima Virgen y que Ella le daba a cada uno un pañuelo. Luego subieron a todos a la azotea y Nuestra Señora les dijo: “no abran el pañuelo cuando sopla el viento. Y si el viento llega de sorpresa vuélvanse inmediatamente hacia la derecha, pero nunca hacia la izquierda”.

Luego cada joven fue extendiendo su pañuelo: eran finísimos, bordados con oro, y de un enorme precio. En cada pañuelo había este escrito: “Reina de las virtudes: la pureza o la castidad”.

De pronto empezó a llegar del lado izquierdo un fuerte ventarrón. Varios jóvenes cerraron inmediatamente sus pañuelos. Otros se volvieron hacia el lado derecho. Pero algunos permanecieron con el pañuelo abierto y desplegado, y sin moverse. Enseguida se desencadenó una fuerte tempestad: rayos, truenos, lluvia, granizo y nieve.

A los jóvenes que permanecieron con el pañuelo extendido, el granizo fue rompiendo cada pañuelo. La lluvia y la nieve fueron llenando también de agujeros pañuelo tras pañuelo, y en poco tiempo los pañuelos quedaron totalmente estropeados y perdieron toda su hermosura.

Pregunté a Nuestra Señora qué significaba aquello y me respondió: “Esos jóvenes son tus discípulos. El pañuelo es la santa virtud de la pureza o la castidad. Los que quedaron con el pañuelo destrozado son los que se expusieron a las tentaciones, a los peligros, a las ocasiones de pecar. Los que doblaron el pañuelo a tiempo y lo conservaron íntegro y hermoso son los que no se han expuesto a los peligros de pecar y conservan la santa virtud de la pureza. Los que se volvieron hacia la derecha son los que sí han tenido ocasiones de pecar, y los ha sorprendido la tentación, pero han sabido encomendarse a Nuestro Señor y le han vuelto la espalda al pecado, alejándose de aquello que los invitaba a pecar. Los de los pañuelos rotos son los que han caído en pecados impuros”.

Yo estaba muy triste al ver que eran tantos y tantos los que habían quedado con el pañuelo roto y destrozado y pregunté a Nuestra Señora: “Pero ¿por qué no solo el granizo rompió los pañuelos, sino que también el agua y la nieve los rompieron?”.

Y Ella me contestó: “Es que en pureza también las faltas pequeñas manchan el alma y la dejan en muy mal estado”. Luego se oyó una voz: “Que se vuelvan hacia la derecha”.

Y muchos de los jóvenes que tenían los pañuelos rotos se volvieron hacia la derecha y sus pañuelos quedaron zurcidos y remendados. Pero cada pañuelo quedó mucho más pequeño de lo que era antes y muchísimo menos hermoso de lo que había sido. Daba lástima comparar la fealdad que ahora tenían esos pañuelos con la belleza que antes habían tenido. Pero bueno, ya estaban remendados y ya no estaban rotos. Y me fue dicho que esos son los que han cometido actos impuros y se han confesado y han hecho obras buenas para pagar sus pecados. Poco a poco van recuperando la hermosura de su alma, pero es difícil que lleguen otra vez a tener la belleza que su espíritu tenía antes de cometer esos pecados impuros.

Vi que algunos no quisieron volverse hacia la derecha, y su pañuelo fue quedando totalmente destrozado. Son los que quieren seguir en sus pecados de impureza y no se arrepienten ni hacen nada serio por mejorar su mala conducta. Esos pobres van irremediablemente hacia la perdición. Podrían usar el remedio de la confesión para arreglar los problemas de su alma, pero no quieren aprovechar ese buen remedio.


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