La linterna mágica.

Año 1861.

Este sueño lo tuvo Don Bosco el 1ro de mayo de 1861. Dice que duró unas seis horas. Apenas se despertó se levantó y se dedicó a escribir los datos más importantes que había visto u oído durante el sueño. Luego el 2 de mayo por la noche estuvo 45 minutos narrándolo a todo su alumnado reunido. Dijo así:

Me pareció que salía de mi casita en I’Becchi y que me iba a pasear por el campo. En el camino me encontré con un personaje que estaba como aguardando a alguien, el cual me invitó a acompañarlo por aquel camino. Luego me preguntó:

– ¿Quieren ver algo extraordinario?
– Sí, claro que sí.
– Pues le voy a mostrar lo que son ahora sus discípulos y lo que serán en el futuro.

Y sacó una maquina proyectora, que tenía un lente de un metro de diámetro y cuyo título era: “Los ojos que ven lo oculto, en los cielos y en la tierra”.

El personaje le dio una vuelta a la manivela de la máquina o linterna mágica y me dijo: “Mire por el lente”. Miré, y oh, espectáculo admirable: allí en la pantalla vi a todos los discípulos que tengo ahora.

Le dio otra vuelta a la manivela y aparecieron mis discípulos divididos en dos grupos: a un lado los buenos, llenos de felicidad y alegría. Y al otro lado los malos, que no eran muchos, pero que presentaban un aspecto lastimoso. Unos tenían la lengua agujereada, otros los ojos extraviados, unos con la cabeza enferma y otros con el corazón roído por los gusanos. Yo sentía mucha tristeza al verlos así, y pregunté al personaje qué significaba todo aquello.

El me respondió: “Los que tienen la lengua agujereada son los que dicen cosas malas. Los que tienen los ojos extraviados son los que le ponen malicia a lo que oyen, ven o dicen. La cabeza enferma significa que no hacen caso a los buenos consejos que se les dan. El corazón roído por gusanos quiere decir que se dejan vencer por las pasiones sensuales”.

Me ordenó que le diera una tercera vuelta a la manivela. Así lo hice y aparecieron en el lente cuatro jóvenes atados con gruesas cadenas. El me dijo: “Estos son los que si no dejan su mala conducta van a terminar muy mal, y quizá en la cárcel”.

Me mandó darle otra vuelta a la manivela, y aparecieron en pantalla siete jóvenes de aspecto huraño y desagradable, con un candado que les cerraba los labios y tres de ellos se tapaban los oídos con las manos. El personaje me dijo: “Son los que no se confiesan de sus pecados. Y los que se tapan los oídos son los que no quieren oír ni aceptar los buenos consejos que se les dan para corregirse. Y si oyen algún buen consejo no se les da la gana de ponerlo en práctica. Dígales que dejen tanto orgullo que tienen en su corazón”.

Yo en ese momento me hice este propósito: De cada dos veces que hable en público, una vez recomendaré a la gente que se confiese bien de sus pecados. Porque muchos se condenan por no confesarse, pero muchos se pierden porque se confiesan mal, sin examen, ni dolor, ni arrepentimiento, ni propósito, o sin decir todos sus pecados al confesor.

El personaje misterioso me hizo dar otra vuelta a la rueda y vi a tres jóvenes, cada uno con un enorme orangután sobre la espalda. Y lo raro es que esos animales tenían cuernos. Los monos les apretaban la garganta tan violentamente a sus víctimas que el rostro se les ponía rojo y los ojos se les llenaban de sangre y parecían que iban a saltar de sus órbitas. Con las patas traseras los animalejos les sofocaban el corazón, y con la enorme cola les enredaban las piernas de manera que no pudieran andar.

Y me fue dicho que ellos representan a los que siguen cometiendo frecuentemente pecados contra la pureza, aun después de Retiros Espirituales siguen siendo víctimas de sus malas costumbres impuras. Que el apretarles la garganta significa el que no se atrevan a confesarse y que el ponerse rojo el rostro quiere decir que les da vergüenza consultar a un sacerdote, y que el saltárseles los ojos es señal de que las pasiones no les dejan ver las malas consecuencias que van a tener sus impurezas, ni los remedios espirituales para poder librarse de sus malas pasiones, ni la importancia que tienen los sacramentos para curarlos de los males del alma. Y que el enredarles las piernas para que no puedan andar, significa que se convencen de que ya no son capaces de dejar sus malas costumbres y sus malos hábitos y creen imposible su enmienda y no tratan de dar ni un paso para enmendarse y librarse de la esclavitud de sus pasiones.

Yo sentía enorme tristeza al ver a algunos de mis discípulos en situación tan cruel, y le pregunté al personaje qué consejos debía darles para que se libraran de esos monstruos que son sus malas costumbres. Y él me dijo:

Labor, sudor, fervor.

LABOR: O sea dedicarse a trabajar mucho y a cumplir muy bien sus deberes de cada día. Estar siempre ocupados.

SUDOR: Hacer penitencias y pequeños sacrificios (gran penitencia es la obediencia. Muy buena penitencia es dedicarse a cumplir muy bien el deber de cada momento)

FERVOR: Orar mucho y con devoción (pequeñas oracioncitas, pero repetidas muchas veces. Jesús decía: ‘Hay malos espíritus que no se alejan sino con la oración y el sacrificio’)”. Y el guía añadió: “hay personas que por más consejos que se les den no se convierten, pues no quieren sacudir el yugo con el cual los tiene esclavizados Satanás”.

Yo sentí mucha tristeza y me puse a decir: “¿Es posible que esto sea así? ¿Después de tantos consejos que se les dan? ¿Después de tantos sermones? ¿Después de haberles hecho Retiros Espirituales? ¿Después de haberles avisado tantas veces? Jamás me había imaginado que iba a tener tan gran desengaño”.

Entonces el guía me reprendió diciendo: “Mire al orgulloso. ¡Acaso quien eres tú para pretender que con tus trabajos se conviertan las almas! ¿Por qué amas mucho a la juventud te imaginas que ya sin más tus discípulos lo van a corresponder y a hacer caso a todo lo bueno que les recomiendas? ¿Acaso es que amas tú a las almas más de lo que las amó nuestro Divino Salvador? ¿O es que has sufrido por estos más que lo que sufrió Jesucristo? ¿O es que tienes una palabra más eficaz que la que tenía nuestro Redentor? ¿O es que predicas mejor que Él? ¿O es que has tenido tú más solicitud para con los jóvenes que la que Jesús empleó para formar a los Apóstoles? Tú sabes que ellos vivían con Él, continuamente. Que gozaban día por día de sus grandes favores, que le oían sus maravillosos consejos, que contemplaban sus obras portentosas y que al ver sus buenos ejemplos sentían un inmenso estímulo para portarse cada vez mejor. ¡Cuánto hizo Jesús por santificar a Judas y volverlo santo! Y sin embargo Judas lo traicionó y terminó suicidándose. Entre doce, hubo uno que falló. ¿Y tú entre quinientos, te maravillas de que haya un pequeño número de discípulos que no corresponde a tus cuidados? ¿Pretender conseguir que entre tantos no haya ninguno malo, ni siquiera uno pervertido? ¡Miren cómo se ha vuelto éste de orgulloso!”.

Al oír esto, yo callé, pero sentía una gran tristeza en el alma.

El guía viéndome tan apesadumbrado me dijo: “Para que te consueles, dale ahora otra vuelta a la rueda y verás lo que te espera para el futuro, y admírate de la generosidad de Dios y fíjate en el gran número de almas que Dios te quiere regalar”.

Di otra vuelta a la rueda y miré por el enorme lente. Allí vi una cantidad inmensa de jóvenes que yo no conocía. Y el guía añadió: “Mira, por cada uno de estos que no ha querido corresponder a tus cuidados, Dios te dará cien discípulos más”.

Yo me sentía enormemente contento al ver tan inmensa cantidad de juventud que Dios me tiene destinada para el futuro, y el personaje me dijo: “¿Quieres contemplar algo todavía más hermoso? Pues dale otra vuelta a la rueda”.

Di la vuelta a la rueda y vi a mis discípulos trabajando en un gran campo. Unos trabajaban en una huerta cultivando hortalizas, empleando azadones, palas y picas.

Estaban divididos en cuadrillas que tenían sus respectivos jefes. Se les repartían sus herramientas y se les animaba a trabajar con entusiasmo. A lo lejos había algunos regando semillas por el campo.

Un segundo grupo se dedicaba a recoger una enorme cosecha de trigo. Unos cortaban espigas. Otros las llevaban en carros; unos afilaban las hoces para cortar, y otros se dedicaban a repartir herramientas entre los trabajadores. Algunos se dedicaban a tocar guitarra y a cantar para amenizar el oficio de los trabajadores. Era un hermoso espectáculo lleno de sorprendente variedad.

Debajo de unos árboles corpulentos se veían unas mesas con el almuerzo preparado para todos los que trabajaban.

El guía me explicó que los que trabajan en la huerta son los que se dedican a servir a Dios en medio del mundo, los seglares. En cambio, los que recogían la cosecha de trigo son los que se dedicarán a servir a Dios en el sacerdocio o en una comunidad religiosa. Yo vi a éstos tan claramente que a muchos les podré decir si los tiene Dios destinados para el sacerdocio o no.

Vi que el Padre Provera distribuía hoces o herramientas a los que segaban el trigo y creo que esto significa que él va a llegar a ser rector de algún seminario. Algunos se dedicaban a arreglar hoces: son los que tendrán como oficio preparar a los futuros sacerdotes.

Vi también que muchos no recibían la hoz de manos de un salesiano sino de otros que no son de nuestra Congregación y con eso se me informó que muchos de mis discípulos van a ser sacerdotes, pero no salesianos. Yo los puedo distinguir claramente después de este sueño.

La hoz que le daban a cada uno es señal de la Palabra de Dios que tendrán que difundir en su predicación.

Algunos pedían la hoz, pero se les exigía que antes fueran a conseguir un poco más de piedad y de ciencia. A otros antes de darles la hoz (el poder de predicar) se le pidió que consiguiera la flor de la amabilidad y de la prudencia.

En el sueño vi recibiendo la hoz de la Palabra de Dios a muchos de mis discípulos que se van a dedicar a la predicación y a varios de ellos los conozco muy bien con nombre y apellido.

Vi a uno que trabajaba muy violentamente y se me dijo que nada de lo que se hace con violencia tiene buen efecto y larga duración. Muchos de los que se dedicaban a cortar el trigo tenían la hoz tan sin filo que era más lo que destrozaban y estropeaban que lo que cosechaban. Y se me dijo que son los que carecen de piedad.

Vi que algunos tenían una hoz sin punta, y me fue dicho que eso significa que hacen apostolado sin humildad, y con el deseo de aparecer más que los demás.

Cuando la cosecha estuvo recogida se echó el trigo en carros tirados por bueyes y adelante iba el Padre Miguel Rúa dirigiendo todo el grupo hacia el granero, lo cual significa que el Padre Rúa dirigirá a los discípulos nuestros.

Vi con tristeza que algunos en vez de dedicarse a recoger la cosecha se dedicaban a perder el tiempo. Muchos en vez de ponerse a recoger el trigo se iban a buscar uvas silvestres: y ellos son los que en lugar de dedicarse a su oficio de salvar almas se dedican a otros oficios no tan propios de un apóstol.

A algunos mientras trataban de cortar el trigo se les caía el mango de la hoz, y me fue dicho que son los que trabajan sin rectitud de intención, o sea, no por agradar a Dios, sino por conseguirse buen nombre y fama.

A uno vi que pedía la hoz pero le dijeron: “mientras no consiga las dos flores que son caridad y humildad, no le podemos dar el poder de predicar”. Y aunque se disgustó, no le dieron la hoz mientras no fue a conseguir las dos flores.


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