Cinco detalles sobre el Santo Hermano Pedro.

Gran vocación por los enfermos y necesitados.

Confortaba a los agonizantes y condenados a muerte, invitándolos tiernamente a pedir perdón y aceptar pacientemente el sufrimiento. Si eran pobres se hacía cargo del entierro.

Visitaba en sus casas a los pobres vergonzantes (personas que habiendo tenido dinero se habían quedado pobres y les daba vergüenza pedir limosna) y a los enfermos, llevando a todos el pan espiritual y material. A los enfermos, que llevaba a su hogar los cargaba en hombros, les lavaba los pies y los acomodaba en la cama, sirviéndolos con tierno amor.

La construcción de un hospital.

Consciente de las dificultades que padecían los enfermos al salir de los hospitales, especialmente los forasteros y desvalidos quienes no tenían quien los ayudara o proporcionara una alimentación adecuada, el Hermano Pedro, en 1664, inició la obra y construcción del hospital de convalecientes. Al no contar con los medios y recursos suficientes, el Hermano Pedro trabajaba en esa construcción con sus propias manos acarreando en su espalda los pesados materiales, y por ese ejemplo lo imitaron muchos Hermanos más.

Empeñado en la construcción de ese hospital, uno de los Hermanos que le ayudaba en tan noble tarea, resbaló del andamio en que estaba subido, cayendo al vacío; dándose cuenta el Hermano Pedro de tal situación, oró al Señor y aquel dicho Hermano quedó suspendido en el aire, salvándole así la vida.

Inició las posadas en Guatemala.

En la Nochebuena salía del Hospital de Belén un rezado del desamparo de la Virgen Santísima y San José. Lo acompañaban los Hermano Terceros y mucha gente con gran cantidad de luces en las manos. Van todos rezando el Rosario de la Virgen Santísima con mucha devoción, repartidos por su orden en tres coros. Todos los sacerdotes iban atrás con la Virgen y delante va San José, de camino, buscando albergue de puerta en puerta.

Al Hermano Pedro se le atribuye el inicio de la tradición de las posadas o de la Noche Buena que después se extendió a toda Centroamérica.

Dedicaba los domingos a los niños.

En una casita que halló cerca del Calvario reunía los domingos y días festivos, en horarios diferentes, a los niños y a las niñas para instruirlos en la doctrina cristiana. Después de las instrucciones rezaba con ellos el rosario de 15 misterios, «procurando criarlos a los pechos de la devoción de la piadosísima Virgen María». Los hacía jugar, les daba algunas golosinas y a los más desnudos, les daba vestidos que solía pedir a las familias acomodadas de la ciudad.

Realizaba penitencias en honor a Jesús.

Se lee en los escritos del propio Hermano Pedro: «Memoria de las devociones de la Pasión de Cristo, desde hoy día de Pascua del Espíritu Santo, veinticuatro del mes de mayo del año de mil seiscientos y cincuenta y cuatro. En honor de la Pasión de mi Redentor Jesucristo. Dios me dé esfuerzo, cinco mil y tantos azotes desde aquí al Viernes Santo. Todos los viernes al Calvario, y si no pudiera una hora de rodillas con la Cruz a cuestas, como penitencia».

Texto: Libro «Santo Hermano Pedro de San José de Betancur». Autor: Fray Edwin Alvarado Segura, OFM.
Fotografía: Iglesia de San Francisco el Grande. Antigua Guatemala.


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