Ruega, Padre, por nosotros.

A cada una se responde: Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.

Santo que nunca desoyes a quien confiado te implora.

Enséñanos la humildad con que ascendiste a esa altura donde hoy tu gloria fulgura en eterna claridad; y prodiga con ternura al que sufre y al que llora.

Deslumbraste de belleza, blanco lirio inmaculado la Iglesia te ha proclamado por tu angélica pureza, de la inocencia dechado, de castidad bella aurora.

El trabajo y la oración fueron tu gloria y anhelo, siempre pensando en el cielo, donde estaba tu corazón. Torna de nuestra alma el hielo en hoguera abrasadora.

¡Dadme almas! era el clamor de tu celo prodigioso, el salvarlas fue tu gozo y llevarlas al Señor, ese era el fin poderoso de tu obra redentora.

Suave apóstol de los niños, protector de su inocencia. En la tierna adolescencia colocaste tus cariños. Y cuan brillante la excelencia de tu obra educadora.

Lleno de firme confianza en el auxilio divino, proseguiste tu camino en Dios puesta la esperanza. Y Él siempre en tu ayuda vino con su mano protectora.

De la Virgen bajo el faro colocaste tus labores; por ti, ella da sus favores y es de los hombres amparo. Envía al mundo los fulgores de esa luz consoladora.

De tu obra el fundamento fue la Santa Eucaristía, pues tu alma unida vivía al Divino Sacramento. Jesús Hostia te infundía esa constancia creadora.

¡Oh Apóstol! ¡Oh, Padre! ¡Oh Santo!, atiéndenos bondadoso, cambia nuestro llanto en gozo, tú que ante Dios puedes tanto, y en ti halle amparo amoroso la humanidad pecadora.


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