San José,
Esposo de la Virgen María
- 19 de marzo
San José fue el hombre escogido por Dios para custodiar y proteger al Hijo de Dios hecho hombre: Jesús, nuestro Salvador. Pertenecía al linaje del rey David y, probablemente, había nacido en Nazaret, el mismo pueblo donde pasó casi toda su vida.
El Sueño que Cambió su Vida
José estaba desposado con María, su prometida. Un día descubrió que ella esperaba un hijo, sin saber aún que se trataba de una obra divina. Como era un hombre justo y bueno, pensó en separarse de ella en secreto, para evitarle cualquier castigo. En medio de esa confusión, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, no temas recibir a María por esposa, porque el hijo que lleva en su seno es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados». José despertó y, confiando en Dios, obedeció con total fidelidad.
Nacimiento de Jesús en Belén
Un decreto del emperador Augusto obligaba a todos a empadronarse en el lugar de origen de su familia. Por ello, José y María viajaron hasta Belén, ya que él pertenecía a la casa de David.
Allí, en la humildad de un portal, nació Jesús. José, que amaba tanto a su esposa y a su hijo, seguramente sufrió al no poder ofrecerles un hogar digno, pero confió en Dios, y todo salió bien.

Protector de la Sagrada Familia
Cuarenta días después del nacimiento, llevaron al Niño al templo de Jerusalén, donde Simeón y Ana profetizaron sobre Él. Poco tiempo después, un ángel volvió a aparecerse en sueños a José, advirtiéndole que el rey Herodes buscaba al Niño para matarlo. José, sin dudarlo, tomó a María y al pequeño Jesús y huyó con ellos a Egipto. Permanecieron allí hasta que el ángel les anunció que podían regresar. Fue entonces cuando se establecieron en Nazaret, donde José pudo darles un hogar seguro.
La Pérdida y el Encuentro en Jerusalén
Cuando Jesús tenía 12 años, la familia fue en peregrinación a Jerusalén. Al regresar, se dieron cuenta de que Jesús se había quedado en la ciudad. Tras tres días de angustiosa búsqueda, lo hallaron en el templo, conversando con los maestros de la Ley. Jesús les dijo: «¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?». José, junto con María, guardó estas palabras en el corazón, confiando siempre en los planes de Dios.
Una Muerte Dichosa
Con los años, José cumplió fielmente su misión de custodio del Hijo de Dios y esposo de María. Llegado su momento, murió acompañado nada menos que por Jesús y María, ¡una muerte santa y privilegiada! Por ello, la Iglesia lo reconoce como Patrón de la Iglesia Universal, de los Seminarios y de los moribundos. Su vida es ejemplo de fe silenciosa, fidelidad y entrega total a Dios.
Bibliografía
Requena, Miguel Ángel (2009). Los santos, un amigo para cada día. Editorial EDIBESA.
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