Conversión de san Pablo,
Apóstol
- 25 de enero
La fiesta litúrgica de la Conversión de San Pablo aparece en el siglo VI y es particular de la Iglesia latina. Mientras que su martirio se celebra el 29 de junio, esta celebración nos invita a contemplar de cerca la figura del Apóstol de las Gentes, que con humildad decía de sí mismo: «Yo he trabajado más que todos los otros apóstoles», pero también: «Yo soy el menor de entre los apóstoles, un aborto, indigno de ser llamado apóstol».
Su llamado en el camino de Damasco
San Pablo mismo presenta las credenciales que confirman su apostolado:
- Vio al Señor resucitado y fue testigo de la Resurrección.
- Fue enviado directamente por Cristo, como los Doce.
Su encuentro con Cristo en el camino de Damasco fue decisivo: una experiencia de gracia que lo llevó a rendirse con un grito sincero: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?». Jesús le reveló el secreto de su corazón: «Duro te es cocear contra el aguijón».
Saulo perseguía a la Iglesia, pero lo hacía creyendo servir a Dios. En medio de esa búsqueda ardiente, la gracia lo tocó y nació en él la pregunta fundamental: «¿Quién eres tú, Señor?». «Yo soy Jesús a quien tú persigues». Este encuentro le reveló la unidad inseparable entre Cristo y los creyentes, y confirmó para siempre su misión apostólica.

El centro de su predicación
La experiencia de Damasco marcó profundamente a Pablo y se convirtió en el «leit motiv» de toda su predicación, tanto oral como escrita. Las catorce cartas que nos han llegado muestran su alma apasionada y nos permiten vislumbrar la fuerza de ese milagro de gracia, imposible de reducir a una mera explicación psicológica o a un simple éxtasis.
Un testimonio de misericordia
De su experiencia personal, Pablo sacó una conclusión que llena de esperanza: «Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, yo el primero de ellos. Precisamente por esto he hallado misericordia. En mí, Jesucristo quiso demostrar toda su paciencia, para que yo sirva de ejemplo a los que creerán en Él y recibirán la vida eterna». Así, el perseguidor se convirtió en apóstol, y su vida sigue siendo testimonio de la fuerza transformadora de la gracia de Cristo.
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