La conducta de Domingo.

Era alumno externo. Dormía en el Oratorio de Don Bosco y estudiaba por fuera en otro colegio. Cada día tenía que recorrer a pie muchas cuadras para ir a estudiar. Y cada día había muchas ocasiones para distraerse. El había escuchado que los ojos son los guardianes del alma y que quien domina su vista se libra de muchas tentaciones.

Por eso mortificaba sus ojos no mirando cartelones atrevidos ni modas indebidas. Había días que llegaba a casa con dolor de cabeza por tanto sacrificio que había hecho para mortificar sus ojos. Pero como “ojos que no ven, corazón que no siente”, esto lo libraba de muchas tentaciones y lo mantenía puro como un ángel.

Pero sus compañeros no eran como él. Un día le decían: “Domingo, hoy no vayamos a clase, que allí en el parque hay una diversión”. Él respondía: “Mi mejor diversión es cumplir bien mi deber de estudiante. No han oído lo que dijo el rey Salomón: ‘El que cumple bien su deber de cada día, llegará a ser persona importante’”.

Otro día le insistieron tanto en que fuera a ver unas diversiones de fiestas callejeras en vez de ir a clase, que al fin lo convencieron y se fue con ellos, pero cuando ya llevaba varias cuadras se detuvo y les dijo: “Luis Comollo, el joven santo amigo de Don Bosco decía antes de morir: ‘Hace mucho el que hace poco, pero hace lo que debe hacer. Y hace poco el que hace mucho, pero no hace lo que debe hacer’. Si vamos a clase agradamos a Dios; si vamos a otras cosas que no son nuestro deber no tendremos premio del Señor”.

Aquellos muchachos escucharon con admiración las palabras del buen amigo, dieron media vuelta y se fueron al colegio. En adelante jamás le volvieron a proponer faltar a clase, ni volvieron a faltar ellos tampoco.


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