San Mateo Alonso de Leciniana

San Mateo Alonso de Leciniana,
Sacerdote y Mártir

  • 24 de noviembre

Este santo forma parte del grupo de mártires de Vietnam, canonizados por el Papa San Juan Pablo II el 19 de junio de 1988. Con esta proclamación, el Papa quiso rendir un profundo homenaje a la Iglesia en Vietnam, una comunidad que ha sufrido intensamente por su fe, tanto en el pasado como en tiempos más recientes.

De España al llamado misionero

Nació el 26 de noviembre de 1702 en Nava del Rey, provincia de Valladolid, España. Desde pequeño fue educado en el amor a Dios, una semilla que creció en su corazón y lo llevó a pedir ingreso al convento dominico de Segovia. Tras recibir el hábito de Santo Domingo y convertirse en sacerdote, sintió un fuerte deseo de llevar el Evangelio lejos de casa. Por eso se ofreció como misionero, primero sirviendo en Filipinas y luego partiendo hacia Vietnam en 1731. Su misión duraría diez años, hasta su martirio.

Una misión difícil, una fe inquebrantable

A pesar de la dificultad del idioma, aprendió rápidamente la lengua vietnamita para poder servir mejor a la comunidad. Se le confió una amplia parroquia y trabajó incansablemente para que el mensaje de Dios llegara a todos. Vivió en constante peligro: persecuciones, huidas, escondites y amenazas. Sin embargo, jamás abandonó a sus fieles, permaneciendo con ellos con valentía, plenamente consciente del riesgo.

Captura y prueba de fe

Mientras celebraba misa en un escondite, fue sorprendido por soldados que llegaron para arrestarlo. Fue herido de gravedad, encadenado y obligado a realizar un largo viaje custodiado. Aunque los cristianos pagaron su rescate, no fue liberado; fue trasladado a Hanoi, donde fue juzgado y condenado a muerte por predicar una fe extranjera. Sin embargo, la admiración de un mandarín por el trabajo de los misioneros hizo que su sentencia se cambiara por cadena perpetua.

Martirio y Gloria

En prisión coincidió con otro dominico, San Francisco Gil de Federich, quien sí tenía sentencia de muerte. El Padre Mateo Alonso, movido por solidaridad y fe, pidió recibir el mismo trato que su hermano dominico. Su deseo fue concedido. Ambos fueron llevados a las afueras de la ciudad, atados a estacas y asfixiados mientras rezaban y entregaban su espíritu a Dios. Su martirio ocurrió el 22 de enero de 1745.


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