Año 1868
Sueño 67
M.B. Vol. 9, pág. 159
La noche del 30 de abril de 1868 Don Bosco hizo reunir a todo su alumnado y les dijo:
«Les voy a decir y a narrar hechos desagradables. Pensaba no decírselos porque me desagrada hablar de cosas miedosas y negativas, pero me sucedió algo muy especial. Yo había tenido unos sueños terroríficos en días pasados y me propuse no contarlos a mis discípulos porque creí que eran simplemente unos sueños y nada más. Pero luego tuve, mientras dormía, la siguiente aparición que me ha llevado a contarles también los otros dos sueños.
Me pareció que entraba en mi habitación un monstruo grandísimo que se acercó y fue a colocarse a los pies de mi cama. Era asqueroso y feo como el más horrible sapo, y grande y grueso como un buey.
Yo lo miraba fijamente y del susto casi no podía ni respirar. El monstruo fue aumentando poco a poco de volumen: le crecían las patas, le crecía la barriga, le crecía la cabeza, y cuanto más aumentaba su groso, más horrible y feo se volvía. Era de color verde, con una línea roja alrededor de la boca y del pescuezo, que lo hacía más terriblemente espantoso. Sus ojos eran como llamaradas, y sus orejas huesudas, muy pequeñas… Y yo pensaba: ‘¡Pero si el sapo no tiene orejas!’.
Encima de sus ojos salían dos cuernos y de sus espaldas salían dos grandes alas verduscas. Sus patas tenían uñas como las de un león, y además tenía una larga cola que terminaba en dos puntas.
Se fue acercando a mí mostrándome sus grandes hileras de dientes muy afilados. Yo sentí entonces mucho miedo, porque me parecía que era un verdadero demonio. Empecé a gritar pidiendo auxilio, pero a esas horas de la noche nadie me oía.
– ¿Qué desea de mí? – le grité al infernal monstruo.

Pero él se acercaba más y más. Puso sus patas traseras en los pies de mi cama y alargando el cuerpo hacia adelante, puso su hocico cerca de mi cara. Yo sentía tal escalofrío que de un salto me senté en la cama, dispuesto a bajarme al suelo, pero el monstruo abrió la boca amenazador. Yo hubiera querido defenderme, pero era tan asqueroso que no me atreví a tocarlo. Entonces grité: ‘En nombre de Dios, dígame ¿por qué hace esto?’.
El sapo al oír esas palabras se retiró un poco. Entonces hice la señal de la cruz, y al oír y ver esta oración aquel monstruo dio un salto terrible y desapareció, pero mientras desaparecía se oyeron unas palabras que decían claramente: ‘¿Por qué no habla? ¿Por qué no cuenta lo que vio en sueños?’.
Con esto me vine a dar cuenta de que es voluntad de Dios que les cuente lo que vi el otro día en sueños. De lo contrario traicionaría mi conciencia. Y contando esto quizá me veré libre de apariciones de monstruos. Así que obedeciendo a las últimas palabras de esta aparición voy a contarles los siguientes sueños».
Explicación
Don Bosco había tenido varios sueños al principio de abril, pero eran miedosos y le pareció que no los debía contar a sus discípulos para no asustarlos. Sin embargo, después de las palabras que oyó en esta miedosa aparición, se propuso contar cada uno de estos sueños.
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