El sueño del jardín

Año 1867
Sueño 64
M.B. Vol. 9, pág. 24

El 31 de diciembre de 1867 Don Bosco reunió en la iglesia a todo el personal de su Oratorio de Turín (más de 800) y subiendo al púlpito les dijo:

Estaba pensando y rezando para darles un propósito o lema o Aguinaldo para el año que va a comenzar, y soñé lo siguiente.

Me pareció que llegaba a un hermoso y enorme jardín que tenía este letrero: «NUEVO AÑO, 1868». Allí había una gran cantidad de jóvenes, que se acercaron a mí y me acompañaron a recorrer aquel hermoso campo.

Encontramos luego a un grupito de muchachos con unos sacerdotes y estaban rezando las oraciones por los difuntos. Me acerqué a ellos y les pregunté:

– ¿Por qué rezan esas oraciones? ¿Es que se ha muerto alguno?
– Sí – me dijeron – es que ha muerto NN (y me dijeron el nombre). Murió el día tal y la hora tal.
– ¿Cómo ha muerto ese tan conocido? – les pregunté.
– Sí, murió, pero ha tenido una santa muerte, una muerte envidiable. Recibió con mucha devoción los santos sacramentos. Aceptó con resignación los sufrimientos que Dios permitió que le llegaran y demostró los más vivos sentimientos de piedad. Rezamos por él, pero tenemos la esperanza de que ya estará en el Paraíso.
– Tuvo una santa muerte – añadí –. Pidamos a Dios que imitemos sus virtudes y que nos conceda también a nosotros la gracia de tener una buena y santa muerte.

Seguí caminando por el prado rodeado de una gran cantidad de jóvenes, y vimos luego otro grupo de muchachos arrodillados rezando alrededor de un ataúd, las oraciones por los difuntos. Me acerqué a ellos y les pregunté:

– ¿Por quién están rezando?
– Estamos rezando por NN – y me dijeron el nombre –. Estuvo enfermo ocho días. Vinieron sus familiares a visitarlo. Se confesó y comulgó con mucha piedad y recibió la Unción de los enfermos. Tuvo una muerte santa y llena de paz.
– ¿Pero dos muertos en el mismo día?
– No, no es en el mismo día. Desde el que murió anteriormente hasta esta muerte de ahora han pasado tres meses.

Seguí paseando con los jóvenes que me acompañaban y llegamos a un bosque. Allí vimos a un grupo de muchachos que se acercaban rezando las oraciones por los difuntos. Yo les pregunté:

– ¿A dónde van? ¿Y por quién rezan?
– ¡Ah si supiera lo que ha sucedido! Ha muerto un joven. Sus padres no vinieron a visitarlo. Y murió de una manera muy poco deseable. No ha tenido una muerte santa.
– ¿Pero es que no ha recibido los santos sacramentos? – les pregunté.
– Al principio no quería confesarse ni comulgar ni recibir la Unción de los enfermos. Después aceptó recibir estos sacramentos, pero de mala gana y sin arrepentimiento ni piedad. Nosotros hemos quedado mal impresionados y tenemos dudas de que se haya salvado. Sentimos tristeza de que un joven de nuestro grupo haya tenido una muerte tan desagradable.

Enseguida se me apareció un personaje que me dijo: «Mire, son tres los que van a morir en este año. Dígales a sus discípulos que, así como la muerte de los dos primeros llena de consuelo y de esperanza pues recibieron los santos sacramentos con fervor, porque durante su vida los habían recibido siempre con piedad y devoción, así llena de tristeza lo que sucedió al tercero que cuando tenía buena salud no comulgaba ni se confesaba y al llegarle la hora de la muerte tuvo muy poca devoción y piedad al recibir los sacramentos. Dígales que los que quieren tener una buena y santa muerte deben comulgar frecuentemente con verdadera devoción. Así que el lema o Aguinaldo para el año que empieza será: ‘La Comunión devota y frecuente es un medio muy eficaz para obtener una buena y santa muerte’».

El guía me llevó después a un gran campo donde había una multitud incontable de jóvenes. Me puse a mirarlos con atención y vi algo que me llenó de horror: en la cabeza de muchos de ellos había dos cuernos. Unos tenían los cuernos cortos y otros muy largos. Unos tenían los cuernos completos y otros los tenían partidos. Algunos daban señales de haber tenido cuernos, pero se los habían cortado y la cicatriz ya estaba sanada. En cambio, a otros sus cuernos les crecían de manera alarmante. Y algunos no solamente aceptaban tener dos cuernos en su cabeza, sino que se enorgullecían de tenerlos y se dedicaban a dar cornadas a sus compañeros. Y me llamó la atención que algunos tenían un solo cuerno en la mitad de la cabeza, pero grande y feroz, y eran los más peligrosos para herir a los demás. Vi también a algunos con la frente hermosa y serena que jamás se había visto afeada por semejante deformidad. Puedo decirle a cada uno de mis alumnos en qué estado vi allí a cada uno.

Luego el guía me llevó a una altura desde donde observé una llanura llena de combatientes que se mataban ferozmente unos a otros y me dijo: «Habrá guerra y se derramará mucha sangre».

Nos retiramos de aquel campo de muerte y pasamos a un jardín y allí escuchamos un grito estridente y asustador que decía: «¡Huyamos de aquí! ¡Huyamos de aquí!».

Vi que la gente salía corriendo y que de vez en cuando algunos caían muertos por el suelo. Pregunté a uno de los que huían

– ¿Qué pasa? ¿Por qué salen huyendo?
– Llega una gran epidemia de cólera. Hasta 50 defunciones diarias en un solo sector.

Seguimos andando y más adelante vimos una gran cantidad de gente pálida, sin ánimos, debilitada, con las ropas destrozadas. Yo pregunté: «¿Qué les sucede a éstos? ¿Qué significa ese estado en que están?».

Y una voz me respondió: «Habrá una gran carestía y mucha escasez de alimentos y la gente no tendrá con qué comprar lo que necesita».

Oí entonces que la multitud gritaba: «¡Hambre, hambre, tenemos hambre!». Y buscaban afanosamente algo para comer y no lo encontraban.

Pregunté al guía:

– ¿Y esto sucederá muy pronto?
– Sí, está ya para suceder.
– ¿Y qué remedios se pueden emplear para alejar tan grandes males?
– Estos males se alejarán si la gente hace esfuerzos serios por no pecar. Si dejan de emplear ese vocabulario indebido que usan. Si honran a Jesús Sacramentado con la Santa Misa, la Comunión y las visitas al Santísimo, y si invocan más a María Santísima a quien muchos la tienen muy olvidada.
– ¿Y cómo hacer para que a mis discípulos no les vayan a llegar estas desgracias?
– Dígales a sus discípulos que si quieren ver lejos de ellos los castigos de Dios se dediquen con verdadero esfuerzo a evitar cuanto más puedan el pecado. Que sean devotos de Jesús Sacramentado asistiendo a la Santa Misa, comulgando y visitando al Santísimo en el templo y que honren a María Santísima como hijos muy cariñosos. Pero tengan muy presente que basta que haya uno solo que quiera seguir viviendo en pecado grave, para que ese traiga castigos de Dios y desgracias para toda la casa.

En ese momento se desató una tormenta espantosa y empezó a caer una terrible granizada y a mí me cayó en la cabeza un granizo tan grande que me despertó.

Mis buenos amigos: tratemos de hacer cada uno todo lo que pueda por evitar lo más posible todo pecado. Preparémonos para morir santamente por si este año tenemos que morir. Recemos con mucha devoción a la Santísima Virgen y no olvidemos el lema o Aguinaldo para este año: «La confesión y la comunión frecuente y devota son un gran remedio para salvar el alma». Buenas noches.

Explicaciones

El salesiano Esteban Bourly escribió el sueño tal cual se lo oyó contar aquella noche a Don Bosco, y los salesianos Joaquín Berto y José Bologna se propusieron anotar bien los datos sucedidos durante aquel año para ver si se cumplían los anuncios hechos por el santa al narrar este sueño. En ese año murieron tres jóvenes del Oratorio. Al principio uno, que murió muy santamente. Tres meses después murió otro asistido personalmente por Don Bosco. Y más tarde murió el tercero a quien el Padre Cagliero a duras penas logró hacer que se confesara antes de morir.

En los cuernos en la cabeza pudo ver muy claramente el estado espiritual de sus alumnos y hasta conocer a algunos que estaban haciendo mucho mal.

Las tres desgracias sucedieron en ese año de manera muy dolorosa y en el mismo Oratorio de Turín se sufrió mucho por la escasez de alimentos y porque los papás de los alumnos habían quedado en tan gran pobreza que no tenían con qué pagar la módica pensión que allí se les cobraba. Pero los que vivián en gracia de Dios, y eran devotos del Santísimo Sacramento y de la Virgen María, alejaron la epidemia y consiguieron muchas ayudas de Dios para todos los de la casa.


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