Año 1873
Sueño 91
M.B. Vol. 10, pág. 77
El 29 de noviembre de 1873 narraba Don Bosco a sus oyentes el siguiente sueño.
En días pasados tuve un sueño espantoso. Me fui a acostar pensando en quién será ese personaje que en el sueño anterior iluminó con una linterna la frente de los que están llenos de manchas en el alma. Preocupado por esta idea me quedé dormido.
1ra. Parte: El globo luminoso
Empecé a soñar que estaba en un inmenso valle que tenía dos pequeñas montañas, una a cada lado. Me acompañaban muchos jóvenes.
De pronto apareció en el oriente un sol 30 veces más brillante que nuestro sol de mediodía, y su luz era tan fuerte que teníamos que estarnos con la cabeza y los ojos en dirección hacia el suelo para no quedar encandilados.
Aquel inmenso globo luminoso tenía encima un letrero que decía: «Dios, para quien todo es posible». Muchos jóvenes al sentir que si miraban aquel globo luminoso se les podían quemar las pupilas de los ojos, se postraron por tierra y empezaron a decir: «Invoquemos la misericordia de Dios». Yo también me postré por tierra, con el rostro en el suelo y decía como ellos: «Imploro la misericordia de Dios».
Y noté que algunos orgullosos se quedaron de pie, mirando hacia el globo luminoso como desafiando la majestad de Dios y el rostro se les volvió negro como el carbón. Y del globo luminoso salieron unos rayos que los dejaron como fulminados y paralizados, por no querer implorar como los demás la misericordia de Dios. Y vi con tristeza que son muchos los que no imploran la misericordia de nuestro Señor.

2da. Parte: El monstruo
Luego vi aparecer por el extremo del vlle un monstruo, el más feo y deformado animal que en la tierra se haya podido ver. Y se acercaba cada vez más y más a nosotros. Todos estábamos llenos de terror.
Y en ese momento el globo luminoso se colocó en medo entre el monstruo y nosotros, para impedirle que nos hiciera daño. Y se oyó por los cielos aquella frase de la Sagrada Escritura: «No puede haber entendimiento entre Cristo y Satanás, entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas» (2 Cor 6, 15). Al oír estas palabras me desperté.
Yo me sentía muy consolado al ver cuan grande es el número de mis discípulos que imploran la misericordia de Dios, pero sentí también una profunda tristeza al constatar que son muchos los orgullosos y duros de corazón que no suplican misericordia a nuestro Señor, y que resisten a las llamadas que les hace la gracia de Dios para que mejore su comportamiento, y siguen con el alma muerta por el pecado y con el espíritu paralizado por sus maldades.
Ya he avisado a alguno para que no abusen de la misericordia de Dios y para que no sean motivo de escándalo y mal ejemplo para los demás.
Y es necesario que todos recordemos la frase que se oyó en el sueño: «No puede haber entendimiento entre Cristo y Satanás, entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas». Nada de colaboración con los malos, si queremos que el monstruo que es el pecado, no nos destroce.
Y no olvidemos aquello que decía el Apostol Santiago: «Dios resiste y rechaza a los orgullosos, pero a los humildes les da su gracia y protección».
Nota
Puede ser este un mensaje del cielo para recomendar que imploremos mucho la misericordia de Dios y que para vernos libres de ese monstruo que es el pecado roguemos mucho a la Divina Misericordia del Señor que nos proteja.
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