Mensaje al Papa Pío Nono

Año 1873
Sueño 87
M.B. Vol. 10, pág. 68

En una noche oscura en que la gente no podía distinguir cuál era el camino para regresar a sus pueblos, vi que aparecía en el cielo una luz esplendorosa que alumbraba los pasos de los viajeros como si fuera el sol de mediodía.

En aquel momento vi una multitud inmensa de jóvenes y ancianos, de mujeres y hombres, de sacerdotes, religiosas y monjes que con el Pontífice a la cabeza salían del Vaticano y se colocaban en fila como para una procesión.

Luego se desató una terrible tempestad que logró hacer que varias personas de las que componían aquel grupo se retiraran espantadas. La procesión recorrió un camino por espacio de doscientas salidas del sol. Aunque a ratos se desanimaban, sin embargo, se reunían junto al Pontífice para ayudarlo en todo lo más posible.

Enseguida aparecieron unos ángeles portando un estandarte y fueron a llevarlo al Pontífice diciéndole:

– Reciba el estandarte de aquel que combate y dispersa a los más fuertes ejércitos enemigos. Los fieles le suplican que no se aleja de la Ciudad Santa.

En el estandarte estaba escrito, por un lado: «María Concebida sin pecado original», y por el otro lado: «María, Auxiliadora de los cristianos».

El Pontífice tomó en sus manos el estandarte y al ver que eran pocos los que lo seguían sintió tristeza, pero una voz le dijo:

Escriba a los católicos de todo el mundo que es necesario una reforma de las costumbres y que para conseguir esto es necesario que se predique por todas partes la Palabra de Dios. Que se enseñe el catecismo a los niños.

Que se enseñe a los mayores a desprenderse generosamente de los bienes materiales. Que las vocaciones para el sacerdocio y para la vida religiosa se busquen entre los campesinos y la gente sencilla y la clase obrera. Que se siga cumpliendo lo que dijo el salmista: «El Señor levanta de la basura al pobre y lo coloca entre los príncipes de su pueblo».

Cuando el Pontífice oyó este mensaje, el grupo de sus seguidores empezó a aumentar.

Y el Santo Padre se echó a llorar al ver la desolación entre los ciudadanos y como la tierra había quedado como arrasada por un huracán o por una granizada, y las gentes corrían de una parte para otra conmovidas diciendo: «Dios ha demostrado que está con su pueblo».

El sol volvió a aparecer esplendoroso y el pontífice llegó a la Basílica de San Pedro y entonó el himno de acción de gracias a Dios, el Te Deum.

Entre el tiempo en que el Sumo Pontífice y los suyos salieron en la procesión en medio de la tempestad y el tiempo en que el sol volvió a aparecer esplendoroso, el sol salió doscientas veces.

La persona que tuvo esta visión es la misma que anunció lo que le iba a suceder a Francia, un año antes de que sucediera, y todo se cumplió a la letra.

Explicación

Este mensaje fue comunicado por Don Bosco al Papa Pío Nono, como venido del cielo. Le anunciaba que después del bombardeo y la toma de Roma por los enemigos, vendría una época de cierta paz. En aquel tiempo Don Bosco logró dialogando con el gobierno anticatólico de Italia que le permitieran al Sumo Pontífice el nombramiento de obispos para muchísimas diócesis que ya llevaban años sin obispo.

Antes las vocaciones se buscaban preferentemente entre familias acomodadas e instruidas. El mensaje recomienda que se busquen las vocaciones entre los campesinos y las familias obreras, y así aumentó mucho el número de sacerdotes y religiosas.

Pío Nono guardó siempre entre sus papeles personales este mensaje que el cielo le envió por medio de Don Bosco.

Cuando las gentes asustadas le decían al Papa que abandonara a Roma y huyera, nuestro santo le escribió lo siguiente:

– El centinela, el guardia de Israel debe quedarse en su puesto y hacer guardia ante el Arca Santa para defenderla ‘con la fortaleza de Dios’.

El Papa no olvidó nunca estas palabras y aunque muchos católicos eran de la opinión de que Pío Nono debía salir de Roma, el Pontífice se quedó allí, aun con graves peligros, pues la ciudad había sido tomada por los enemigos.

Y tan animadoras le parecían al Pontífice las palabras de Don Bosco que un día en una de sus visitas le preguntó:

– ¿Don Bosco, habría muchas dificultades para que se vinera a Roma a colaborarme aquí de cerca? (Quería nombrarlo Cardenal).

Don Bosco le respondió:

– Santidad, alejarme de Turín sería la muerte de mi obra en esa ciudad.

Y así logró que no lo nombraran cardenal. Y chanceando con sus alumnos les decía: ¿Se atreverían a acercarse a Don Bosco vestido de rojo, a Don Bosco Cardenal?


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