La Patagonia

Año 1872
Sueño 86
M.B. 10, Pág. 60

El siguiente es el sueño que animó a Don Bosco a enviar a sus salesianos como misioneros al extremo sur de América.

Lo narró por primera vez al Papa Pío Nono. Después lo contó varias veces a sus salesianos.

Soñé que estaba en una región salvaje, totalmente desconocida. Era una llanura completamente sin cultivar, en la cual no se veían ni montañas ni colinas. Solamente en sus lejanísimos límites se veían escabrosas montañas. Vi en ella muchos grupos de hombres que la recorrían. Estaban casi desnudos. Eran de altura y estatura extraordinaria, de aspecto feroz. Cabellos largos y ásperos. El color de su piel era oscuro y negruzco y sobre las espaldas llevaban mantos de pieles de animales. Usaban como armas una lanza larga y una honda para lanzar piedras.

Estos grupos de hombres esparcidos acá y allá se dedicaban a diversas actividades. Unos corrían detrás de las fieras para darles cacería. Otros peleaban entre sí, tribu contra tribu; y un tercer grupo batallaba contra soldados blancos que llegaban. El suelo estaba lleno de cadáveres.

Luego aparecieron en el extremo de la llanura varios grupos de misioneros de diversas comunidades religiosas y se dedicaron a enseñar el evangelio a aquellos salvajes, pero ellos se lanzaban contra los misioneros con furor diabólico y los mataban y los descuartizaban, y después seguían peleando entre ellos mismos.

Yo pensaba: ¿Cómo lograr convertir a esta gente tan salvaje?

Pero luego vi aparecer otro grupo de misioneros. Se acercaban a los salvajes con rostro alegre y precedidos de un grupo de muchachos. Yo temblaba pensando: «¡Los van a matar también!».

Me acerqué a ellos y pude ver que eran nuestros salesianos. Los primeros que llegaban me eran muy conocidos. Los otros son gente que vendrá después y que no logré conocer. Quise detenerlos para que no se acercaran a los salvajes porque los podían matar, pero vi luego con admiración que la llegada de ellos llenaba de alegría a aquellas tribus salvajes, las cuales dejaban las armas, cambiaban su ferocidad en amabilidad y recibían a nuestros misioneros con las mayores demostraciones de buena voluntad.

Y vi que los misioneros salesianos se acercaban a los salvajes y les enseñaban el evangelio y éstos lo aceptaban de muy buena gana; y que aprendían prontamente la religión que les enseñaban y hacían caso a los avisos y amonestaciones que les daban los evangelizadores.

Los salesianos se colocaron en medio de la muchedumbre de salvajes que los rodeó, y se arrodillaron. Aquellos hombres antes tan feroces, colocaban ahora sus armas a los pies de los misioneros y se arrodillaron y rezaron. Y entre todos empezaron a cantar un himno a la Virgen María con voz tan sonora y fuerte que yo me desperté.

Este sueño me causó mucha impresión y quedé convencido de que se trataba de un aviso del cielo. No comprendí en ese momento todo su significado, pero sí comprendí que se trataba de un sitio a donde deben ir nuestros misioneros, una misión en la cual yo había pensado durante largo tiempo con mucha ilusión.

Explicación

Al principio Don Bosco creyó que el sitio donde debía enviar a sus misioneros salesianos era Etiopía; después de Hong-Kong, China; más tarde pensó que era Australia o la India, pero las gentes de estos países no eran como él las había visto en el sueño. Hasta que, al fin en 1874, dos años después de tenido el sueño, le llegó de argentina la invitación para enviar misioneros a la Patagonia, en el extremo sur de América, y al conocer cómo eran los indios de esa región pudo comprobar que eran como los que él había visto en el sueño y envió allá a sus salesianos.

Los indios de la Patagonia ya habían martirizado a varios misioneros de otras comunidades, pero «los salesianos llegaron con mucha alegría y precedidos de un grupo de jóvenes», o sea con el sistema de la bondad y ganándose primero a la juventud, y al lado de los muchachos fueron llegando sus padres y todas aquellas tribus se convirtieron al cristianismo y dejaron sus guerras y adquirieron gran estima a la religión católica y a los salesianos. Toda aquella región está ahora llena de obras de los seguidores de Don Bosco.


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