Año 1872
Sueño 85
M.B. Vol. 10, pág. 57
Soñé que los jóvenes llegaban al colegio después de vacaciones y que yo me encontraba con uno de los alumnos y que teníamos el siguiente diálogo.
– ¿Qué tal las vacaciones? ¿si cumplió los buenos consejos que le recomendamos para portarse bien?
– En vacaciones me fue bien, pero sus consejos no los practiqué, eran muy difíciles.
– ¿Y ahora al regresar sí quiere arreglar los asuntos de su alma?
– ¿El alma? ¿Los asuntos del alma? ¡Ah, ya habrá tiempo para ello más tarde!
Y así diciendo se alejó de mí sin querer hacerme caso. Yo continué diciéndole:
– ¿Por qué comportarse así? ¡Hágame caso y recobrará la alegría de su alma!
Él se alejó. Yo lo seguía con una mirada llena de tristeza, y se me ocurrió decir:
– ¡Pobre muchacho! Se ha buscado su ruina espiritual y no se da cuenta de que una fosa, una sepultura se ha abierto junto a sus pies para recibirlo.
Pasados unos momentos vi que entraban por la portería del colegio dos sepultureros. Y empezamos con ellos la siguiente conversación:
– ¿A quién buscan?
– A un muchacho que se ha muerto.
– No, aquí no se ha muerto ninguno. Se equivocaron de puerta.
– No nos hemos equivocado de puerta. ¿No es esta la casa de Don Bosco? Pues nos avisaron que había que llevar un muerto de aquí de esta casa, y que teníamos que enterrarlo.

Me fui con ellos por los corredores y nos encontramos un ataúd en el cual estaba escrito el nombre de un joven destinado a morir muy próximamente. Y en el ataúd estaba escrito el nombre de este año en el que estamos, y esta terrible frase: «Sus vicios bajarán con él hasta el sepulcro».
Los sepultureros empezaron a forcejear para llevarse al joven en el ataúd y yo a oponerme para que no se lo llevaran y estando en este forcejeo, uno de ellos le dio al ataúd un golpe tan fuerte que éste se rompió y yo me desperté.
Explicación
Don Bosco reunió a todo el alumnado y contó el sueño, advirtiéndoles que la muerte de este joven iba a servir de lección y de aviso a muchos, pero que no sería algo digno de imitación.
Un mes después murió el tal alumno, que en el día en que Don Bosco narró el sueño se encontraba perfectamente bien de salud. Varios sacerdotes quisieron obtener que se confesara antes de morir, pero no quiso (cumpliéndose así la frase que el santo vio escrita sobre el ataúd: «Sus vicios bajarán con él al sepulcro»).
Cuando el joven murió, Don Bosco estaba en otra ciudad. El muchacho enfermó de un momento para otro. El Padre Cagliero le recomendó de las maneras más amables que se confesara y que se preparara a bien morir, pero él le respondió que apenas tenía 15 años y que a esa edad nos e iba a morir; y que no tenía ganas de confesarse y que lo dejara tranquilo.
El Padre Cagliero volvió otra vez a visitarlo y para que se preparara a confesarse bien, empezó a preguntarle acerca de su vida pasada, pero él se volteó hacia el rincón y no le quiso contestar ni una palabra más. Poco después murió. Esa tarde llegó Don Bosco, pero ya el otro estaba muerto.
La impresión de terror que esta triste muerte dejó entre todos sus compañeros duró mucho tiempo. Todos veían realizado allí, a la letra, el sueño que habían oído narrar un mes antes.
Se cumplía así la frase de San Agustín: «Como haya sido la vida, así será la muerte».
Descubre más desde Parroquia El Espíritu Santo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
