Novena a Sor Encarnación Rosal. Día 09

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para todos los días

Amada Madre nuestra, llegamos ante ti para pedirte nos obtengas del Corazón de Jesús la gracia de conocerlo, amarlo y servirlo como lo hiciste tú.

Conocerlo como Señor, Maestro y Amigo; penetrar como tú en el secreto de su Corazón para descubrir sus sentimientos, oír sus confidencias y hacerlo, a tu ejemplo, razón y término de nuestra oración y vida.

Amarlo con un amor tan delicado que alcancemos, como tú, la gracia de conocer y profundizar en sus más hondos dolores y prodigarle el consuelo que Él espera de cada una de nosotras.

Servirlo en nuestros hermanos, particularmente en aquellos que, por olvido, desamor, infidelidad están lejos de ese Corazón que tanto los ama.

Te pedimos, Madre, por intercesión de Nuestra Señora, nos alcances la gracia de prolongar en la Iglesia tu espiritualidad de reparación y de vivir y morir en amor y dedicación plena al Corazón de Jesús. Amén.

Día Noveno. Aprecio e interés de la Madre por la vida común

De grandes dotes humanas nuestra Madre Encarnación no podía menos que valorar y exaltar el valor de la vida común.  En Quezaltenango, primera casa de la reforma creó el más cálido ambiente de vida comunitaria. Amaba y respetaba a las hermanas y encarecía entre ellas las ventajas de la buena compañía Solía decir: «Debéis amaros unas a otras con un amor de aprecio que nazca de lo íntimo del corazón; más no con ese amor de cumplimiento como los del mundo que se aman por simpatía o interés.  Vosotras debéis amaros porque sois imágenes vivas de Dios».

Aconsejaba no juzgar mal de las demás hermanas; desearles el mayor bien posible, ser serviciales una con otras y hacer en todo con «superioras y hermanas en Cristo lo que quisiéramos que hicieran con nosotras».

  Fomentaba la alegría y quería que todas participaran en la recreación. Excusaba con más facilidad la falta a la oración en común, que la ausencia del recreo. Quería que cada una se constituyera en modelo ejemplar de las otras, y que en sus acciones externas se notara un porte afable, manso y humilde. 

Prescribía en las Constituciones: «Que la afabilidad no exceda a la gravedad, y que la gravedad no venza a la mansedumbre o humildad». Ella misma atraía por su porte sereno y digno, su bondad e interés por las personas con quienes convivía o se relacionaba.  «Que se hagan las cosas con tanta mansedumbre y humildad que se sea imán para atraer los corazones».

Rezar una salve a Nuestra Señora para que nos dé una parte del espíritu de Nuestra Madre y para que podamos agradar y servir al Señor como ella

Alcánzanos un corazón manso y benigno.                                                      

Óyenos, Madre.

 Enséñanos a descubrir al Señor en cada una de nuestras hermanas.

Óyenos, Madre.

Que hagamos de nuestras comunidades verdaderos lugares de amor y de acogida. 

Óyenos, Madre.

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


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