El ruiseñor

Año 1872
Sueño 84
M.B. Vol. 10, pág. 56

¡Somos diez! ¡Somos diez!

Del 3 al 7 de julio de 1872 hicieron los ejercicios o Retiros Espirituales los jóvenes del Oratorio y después de haberle pedido mucho a Nuestro Señor que me iluminara si todos habían hecho bien este Retiro, tuve el siguiente sueño.

Soñé que estaba en un gran patio lleno de árboles y que en los árboles había nidos de pequeñas avecillas.

De pronto de uno de esos nidos se cayó al suelo un pequeño ruiseñor, cuyo canto era muy hermoso pero cuyas alas todavía no le habían crecido lo suficiente como para poder volar bastante lejos.

Yo me puse a pensar: «Si te has caído del nido es que todavía no eres bien capaz de volar. Yo te llevaré otra vez a tu nido donde estarás seguro».

Pero tan pronto me acerqué a él, dio un pequeño vuelo y se alejó de mí. Traté nuevamente de acercarme a él para llevarlo a la seguridad de su nido, y tan pronto me vio cerca dio un fuerte salto y no se dejó alcanzar.

Me propuse seriamente llegar hasta él y llevarlo a que estuviera bien defendido en su nido, pero apenas vio que me acercaba para ayudarlo, reunió todas sus fuerzas y dio un vuelo como de veinte metros. Yo lo seguía con la vista entristecido al constatar que no se quería dejar ayudar, pero en ese momento apareció por los aires un tremendo gavilán que atenazándolo con sus afiladas garras se lo llevó para destrozarlo y devorarlo.

Yo pensaba: «Quise ayudarte y no te quisiste dejar ayudar. Tres veces te alejaste de mí cuando trataba de llevarte a sitio seguro y has pagado bien caro tus caprichos».

Y el pobre ruiseñor antes de ser devorado gritó tres veces: «¡Somos diez! ¡Somos diez! ¡Somos diez!».

Después volvió a aparecer el terrible gavilán con feroz mirada y ojos llenos de sangre. Yo lo regañé por haber sido tan cruel con aquel animalito y traté de lanzarle una pedrada. El huyó lleno de miedo, pero antes de alejarse lanzó hacia mí un papel en el que estaba escrito el nombre de diez alumnos que no quisieron hacer bien los Retiros Espirituales.

Al despertarme vine a darme cuenta de que varios en vez de arreglar sus cuentas con Dios con una buena confesión y de volver a su santa amistad y hacer buenos propósitos, prefirieron entregarse al demonio y ser destrozados por él.

Le di gracias a María Auxiliadora por haberme revelado quienes son los que no quisieron ponerse en paz con Dios y le prometí hacer todo lo posible por hacer que esas ovejas descarriadas vuelvan otra vez al rebaño del Buen Pastor.

Nota

El Padre Berto, secretario de Don Bosco, afirmaba muchos años después: Recuerdo que esos 10 jóvenes fueron avisados oportunamente. Uno de ellos no quiso dejar su mal comportamiento y fue alejado del colegio.


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