Año 1865
Sueño 66
M.B. Vol. 9, pág. 133
Soñé que llegaba a un campo donde todos los jóvenes se dedicaban a jugar alegremente. Pero de pronto se presentó una escena muy desagradable: aparecieron animales feroces de todas clases: leones cuyos ojos brillaban de crueldad; tigres que afilaban sus garras para destrozar; lobos que rodeaban traicioneros a los grupos de jóvenes para hacerles mucho mal; osos que producían miedo al extender sus enormes manotas para ahogar y asfixiar a los que se les acercaran.
Y las fieras se lanzaban contra los jóvenes, muchos de los cuales quedaban extendidos por el suelo como muertos; las fieras destrozaban con sus uñas a muchísimos muchachos y a otros los mataban a mordiscos. Muchísimos jóvenes corrían llenos de temor y se me acercaban diciéndome: «¡Don Bosco, defiéndanos!».
Había algunos que trataban de defenderse ellos solos sin la ayuda de nadie, pero era inútil, porque las fieras tenían enorme fuerza y los destrozaban. Los que se acercaban al sacerdote eran defendidos, porque los animales feroces huían de allí.

Sin embargo, algunos eran tan imprudentes que en vez de huir de aquellos mortales enemigos se ponían a jugar con ellos y a sonreírles, con gravísimo peligro de ser destrozados por ellos.
Yo corría de un lado a otro llamando a unos y a otros y rogándoles a gritos que no se acercaran a las fieras.
Al ver el campo tan lleno de cadáveres de jóvenes, y al oír los gemidos de los que habían sido heridos por los animales feroces, y al escuchar el rugido de aquellas fieras, sentí tanta emoción que… me desperté.
¿Y qué diré acerca de esos tigres, leones, lobos y osos? Que son las tentaciones que nos quieren hacer pecar. Unos van donde el sacerdote y con su ayuda se libran de muchos peligros. Otros se ponen a jugar con el fuego y se queman. No rechazan la tentación y la tentación les mata el alma. Ojalá cada uno recuerde que tiene un alma que salvar.
Yo vi allí a jóvenes y los recuerdo muy bien y a algunos los vi asociados a los lobos para hacer el mal. No los nombre aquí, pero les quiero advertir muy seriamente su responsabilidad. Es necesario que cada cual recuerde aquella frase del Libro Santo: «Acostúmbrate a tener una buena conducta desde tu juventud y verás que en la edad mayor te quedará más fácil no apartarte del buen comportamiento».
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