La mañana del 19 de diciembre de 1887, Don Carlos Viglietti encontró a Don Bosco bastante mejor, tanto que le pidió que escribiera unas frases en unas estampas que quería mandar a unos Cooperadores Salesianos.
—Con mucho gusto —le respondió Don Bosco.
Empezó a escribir, pero después de dos estampas dijo: «¿Sabes que ya no sé escribir? ¡Estoy muy cansado!». Viglietti, rápido, le dijo que con esas dos bastaba. En la primera escribió: «Oh, María, obtenednos de Jesús la salud del cuerpo, si es para bien del alma, pero aseguradnos la salvación eterna». En la otra: «Haced buenas obras, porque puede faltaros el tiempo y, así, quedar engañados».
Pero Don Bosco no quería dejar de escribir: «¡Esta es la última vez que escribo!», dijo. Y siguió:
• «Bienaventurados los que se entregan al Señor temprano, en la juventud.
• Muchos quisieron entregarse a Dios y no pudieron, porque el tiempo se les fue.
• Quien retrasa consagrarse a Dios, corre un gran riesgo de perder el alma.
• Hijos míos, aprovechen el tiempo y el tiempo los salvará por toda la eternidad.
• Quien siembra buenas obras, recoge buenos frutos.
• Si hacemos el bien, lo encontraremos en esta vida y en la otra.
• Al final de la vida se recoge el fruto de las buenas obras».
En ese momento, Viglietti lo interrumpió, le tomó la mano y le dijo: «Pero, Don Bosco, ¡escriba algo más alegre! Estas cosas dan pena».

Don Bosco lo vio a los ojos con mucha ternura y, al ver que estaba llorando, le dijo con una sonrisa que no se podía describir: «Pobre Carlitos… ¡Qué niño sos! No llorés. Ya te dije que estas son las últimas estampas que voy a escribir». Y para complacerlo, cambió de tono y continuó:
• «Dios nos bendiga y nos libre de todo mal.
• Oh, María, protege a Francia y a todos los franceses.
• Den mucho a los pobres si quieren hacerse ricos. Date et dabitur vobis.
• Que Dios nos bendiga y la Virgen Santísima nos guíe en todos los peligros de la vida.
• Los jóvenes son la alegría de Jesús y de María.
• Dios bendiga y recompense a todos nuestros bienhechores.
• Sagrado Corazón de Jesús, haz que te ame cada vez más.
• El enemigo más grande de Dios es el pecado.
• Oh, María, sé la salvación de mi alma».
Pero luego volvió a los pensamientos que tanto entristecían a Viglietti:
• «Al final de la vida se recoge el fruto de las buenas obras.
• Quien salva su alma lo salva todo; quien pierde su alma lo pierde todo.
• Quien ayuda a los pobres será recompensado en el tribunal de Dios.
• Quien cuida a los huérfanos será bendecido en los peligros de la vida y protegido por María en la hora de la muerte.
• ¡Qué gran recompensa tendremos por todo el bien que hagamos! Quien hace el bien en vida, encuentra el bien en la muerte. Qualis vita, finis ita.
• Yo rezo cada día por ustedes; recen también ustedes por la salvación de mi alma.
• Oh, Virgen piadosa, da a mi alma tu auxilio poderoso en la hora de la muerte.
• En el cielo se disfrutan todos los bienes para siempre».
Y ahí dejó la pluma: la mano ya no le daba más.
Fuente: Lemoyne, J. B. (s.f.). Memorias biográficas de San Juan Bosco (Vol. 18, pp. 417–418). Central Catequística Salesiana.
Descubre más desde Parroquia El Espíritu Santo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
