Don Bosco siempre animaba a los jóvenes del oratorio a vivir la novena a la Inmaculada con verdadera devoción. Para echarles la mano, escribió nueve florecillas para practicar, una por cada día. Su manuscrito decía así:
NUEVE GUARDIANES DE LA SANTA VIRTUD DE LA PUREZA
- Huir del ocio.
- Alejarse de los cuates que no ayudan a nada bueno.
- Juntarse con buenos amigos.
- Confesarse seguido.
- Comulgar seguido.
- Hablarle seguido a María en la oración.
- Poner atención de verdad en la santa misa.
- Revisar cómo han sido nuestras confesiones anteriores.
- Ofrecer pequeñas y constantes renuncias en honor a María.

Cada noche de la novena, Don Bosco les presentaba una de estas florecillas y se las explicaba. Y si por tantas ocupaciones él no podía, Don Rúa entraba al relevo. Don Bosco remarcaba que el guardián más grande y poderoso de la pureza es tener siempre a Dios presente en la mente.
También les aseguraba a sus muchachos que la Virgen recibía con cariño las oraciones y florecillas de los buenos patojos y que, de alguna manera, durante todas sus novenas, mantenía lejos del Oratorio a quienes no buscaban de verdad su protección de madre.
Fuente: Lemoyne, J. B. (s.f.). Memorias Biográficas de Don Bosco (Vol. 7, pp. 285–286). Central Catequística Salesiana.
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