Aquí nos tenéis ¡oh, Jesús Misericordiosísimo! Postrados a vuestros santísimos pies, contemplándoos lleno de fervor y con todo el amor de que es capaz el alma que siente vuestra misericordia y ha probado las dulzuras que sabéis derramar sobre ella.
Si, con todo arrepentimiento y devoción os la implora verdaderamente de corazón, humillados ante vuestra grandeza y ante la divinidad de vuestra Sagrada Imagen, os pedimos con toda el alma y muy rendidamente, os dignéis oír nuestros ruegos y derraméis vuestras bendiciones sobre esta ciudad que muy de veras os ama y os venera.

Especialmente os rogamos fervorosamente, colméis de bendiciones a todos los que se esmeran en vuestro culto, recibid, piadosísimo Jesús, esta súplica nacida de lo más íntimo del alma, de vuestros fervientes devotos y que veamos todos, que con vuestros divinos y misericordiosos ojos nos veis.
Y aplacando los tormentos de esta tierra llena de dolor, nos concedáis la paciencia y resignación que es debida para acatar reverentemente lo que tengáis a bien mandarnos, para probar nuestra fe, que, año con año, crece más y más.
Y después de sufrir como se debe, os dignéis benigno otorgarnos la bienaventuranza eterna, que con vuestra bondad sin límites ofrecisteis. A los que os siguen y acatan como se debe, vuestra sana ley. Amén.
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