Una santa nacida en Guatemala
Destinada para ser la reformadora de la rama femenina de la orden betlehemita fundada por el santo Hermano Pedro de san José de Betancur, nace en Quetzaltenango, el 26 de octubre de 1820, María Vicenta Rosal Vásquez quien, el 1 de enero de 1838, llega al Beaterio de Belén, e ingresa a la orden Betlehemita con 18 años y toma el nombre de Sor Encarnación del Corazón de Jesús Rosal, conocida hoy como Beata Madre Encarnación Rosal.

El diálogo con Jesús
Ella acostumbraba a orar frecuentemente ante el Santísimo Sacramento y, precisamente estando en sus oraciones nocturnas en la madrugada de Jueves Santo a Viernes Santo de 1857, ella pedía a Jesús que le dejase sentir la tristeza y el dolor que Él sintió en la oración en el Huerto; fue entonces cuando el Señor le reveló la devoción a los Dolores Internos de su Corazón. Dichas revelaciones tuvieron lugar en una pequeña capilla contigua al altar mayor de la iglesia «Beatas de Belén1», la que aún sigue existiendo, y desde donde la superiora de las Betlehemitas contemplaba y adoraba a Jesús en el Sagrario. Estas «inteligencias» como les llamaba Madre Encarnación, ocurrieron durante varias noches a lo largo de algunos meses, pero siempre tuvo presente esa primera frase que escuchó: «Los hombres no celebran los Dolores de mi Corazón».
Jesús le inspiró dándole luz de como debía hacer su imagen: un corazón atravesado por diez dardos; siete de ellos ubicados alrededor y tres en el centro mismo de su Corazón cada uno con un significado específico:
Los dardos alrededor:
- Las herejías esparcidas por todo el mundo,
- Ver a su eterno Padre gravemente ofendido,
- La apostasía de los malos cristianos,
- El olvido de sus beneficios,
- El desprecio de sus gracias y sacramentos,
- La frialdad e indiferencia de los suyos,
- La poca implicación de su fe en la vida diaria de muchos que dicen ser sus amigos.
Los dardos en el centro:
- El escándalo y sacrilegio de los malos sacerdotes,
- El violar sus votos las esposas de Cristo
- La persecución de los justos.

Una nueva devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Es así como surge, el 25 de agosto de 1875, la devoción a los Dolores Internos del Sagrado Corazón de Jesús, en medio de una epidemia de cólera ocurrida en ese mes. Con el inicio de esta devoción, se expone solemnemente a Jesús Sacramentado en el altar y, repentinamente, la epidemia cesó.
La relación que hace madre Encarnación con el Santísimo Sacramento
Para Madre Encarnación, las devociones al Sagrado Corazón de Jesús, siempre ha estado íntimamente relacionada con el Santísimo Sacramento, ya que son «desagravios» por las ofensas que Nuestro Señor recibe, especialmente en el Sagrario por los malos cristianos y los no creyentes.
Según ella, las personas no valoraban el grandísimo tesoro que se encuentra en la Hostia consagrada e, incluso, al comulgar, no lo recibían con el aprecio y respeto que merece.

Ella misma narra lo ocurrido desde aquella primera noche
Tomado del diario escrito por Madre Encarnación:
Hacía algún tiempo que me levantaba a orar a deshoras de la noche, cuando una mañana a las dos o tres, ya para amanecer Viernes Santo, entrando al coro como lo acostumbraba, al hincarme me jalaron el velo que me cubría, no hice caso de esto, y me hinqué.
A ese tiempo sonó una campanilla como de oro o de un metal muy fino porque su voz era muy suave y delgada; no hice aprecio de esto y comencé mi oración, tomando por puntos la traición de Judas, lo que el Corazón de Jesús sentiría al ver y conocer la alevosía de este su discípulo, su negra traición. Estando ya en mi oración una voz interior que me decía: «No celebran los dolores de mi Corazón». A esto se siguió el fijárseme sin dejar de pensar en esto. Se lo comuniqué a mi confesor y al R. P. Taboada, y los dos no me hicieron caso.
Pasados unos días, acabando de comulgar teniéndole aún, la misma voz interior que me decía: «No celebran los dolores de mi Corazón», o que me recordaba esto mismo, y viniéndoseme al pensamiento lo que yo era, le dije al Señor que, si quería que se promoviera, que por qué no se valía para esto de otras monjas, que allí tenía Capuchinas, Teresas, etc. Entonces me contestó la misma voz interior: «porque no hay otra más baja que tú». Yo me enternecí en un dulce llanto, pero sin saber qué hacer; volvía a comunicarlo a mi confesor y director, pero lo mismo que la primera vez, los dos no me hicieron caso. En este tiempo vino la peste del cólera morbus, y entrando con fuerza a mi convento, muriendo dos en una noche y atacadas otras gravemente; yo pasaba este trabajo y pena con mucha paz y ánimo, cuando una noche comencé con una amargura de corazón como agonía de muerte, con un espanto, miedo y terror que me oprimía sin poder valerme, creciéndome por momentos. Y en tales trances y agonía me vino al pensamiento promover celebrar los Dolores del Corazón de Jesús y se lo ofrecí. Al punto desapareció todo y me volvió la calma, pudiendo con tranquilidad dormir.
A la siguiente noche volvió la amargura y agonía, creciéndome en términos que ya no sufría el peso o apretura. Apurada en esto me vino la luz de prometerle al Señor comunicarlo a mi confesor y así se lo ofrecí, e inmediatamente se me quitó todo y seguí en paz.
A la tercera noche me sucedió lo mismo, y no hallando qué hacer, me ofrecí al Señor prometiéndole que pasaría por las vergüenzas, contradicciones, trabajos y dificultades, para establecer o promover esta devoción. Al instante vino a mi alma y corazón la tranquilidad. A los dos o tres días tuve duda sobre lo que había pasado, pensando que serían cuentos míos o casualidades y como que me inclinaba a no hacer caso de lo ocurrido. En esto me comenzaron los síntomas del cólera y ya a desarrollarse y al mismo tiempo a apoderarse de mí el terror. Con esto entendí que era castigo por la duda que había tenido, y le pedí perdón al Señor y de nuevo le prometí hacer lo ya dicho. Solo esto bastó para que cesara todo y quedara buena.
1. Se ubica en la 9ª. Avenida y 14 calle zona 1, de la ciudad de Guatemala.

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