¡Oh, dulcísima Auxiliadora!, que por nuestra salvación sufriste al pie de la Cruz angustias mortales, concédeme la gracia que te pido: (haz tu petición en silencio).
Y dígnate hablar a mi alma el lenguaje del amor y del sacrificio. Ya lo ves, oh, Madre, por pequeño que sea todo trabajo me espanta; la más leve aflicción me fastidia, y casi me resisto a persuadirme de que la paciencia nos es a todos necesaria y de que sólo por el camino de la tribulación se va al Paraíso.

¡Ah! querida Madre mía, infunde en mi alma una viva compasión por tus dolores, y ayúdame a abrazar voluntariamente la cruz de cada día en descuento de mis pecados y para merecer el reino de los Santos. Amén.
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