¡Oh, bienaventurado Don Bosco! tú que entregaste lo mejor de tus energías y lo más selecto de tu espíritu por la salvación de las almas.
Tú que sufriste con varonil entereza todas las dificultades que se oponían al bien de las almas: no permitas que las nuestras sean presa del enemigo infernal, sino que, animadas con tu ejemplo y auxilio, consigan un día ver a su Creador en el esplendor de su gloria. Amén.
Rezar un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.

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