Hermano Pedro. La leyenda del asno

Había un vecino muy malo, el Hermano Pedro decidió acudir a él. El hombre lo recibió fríamente y con el fin de molestarlo le dijo: «Hermano, sólo tengo un mulo que ofrecerle, lléveselo si puede».

Este hombre bien sabía que ese mulo era bravío, que nadie había logrado hacerlo obedecer y, menos aún, hacerlo trabajar acarreando carga, que al que se acercaba lo pateaba y su deseo era que el mulo de una patada tumbara al Hermano Pedro.

El Hermano Pedro lo recibió con toda humildad y agradeció el obsequio, se acercó al animal, le puso una mano encima y lo ató con su cuerda; y ante los ojos asombrados de su anterior dueño, el animal manso y tranquilo empezó a seguirlo como un corderito, siendo desde ese día de mucha utilidad en la construcción del hospital de convalecientes, trabajando duramente.

Este cuadrúpedo ― si es que los animales tienen sentimientos ― quiso mucho al Hermano Pedro y le fue fiel toda la vida, al extremo que cuando el Hermano Pedro murió fue admiración general para toda la ciudad que, tras el cortejo fúnebre, el animal caminara tristemente.


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