En cierta ocasión, dirigiéndose hacia El Calvario, el Hermano Pedro se encontró con un enfurecido toro que arremetía contra lo que estuviera a su paso, al cual sin mayor aspaviento le dijo: «No vengas acá».
El toro no se movió más; el Hermano Pedro se acercó hasta tocarlo con la mano y dándole un suave empujón lo dirigió a su potrero; marchándose el toro con paso lento y apacible, ante la mirada atónita de muchos testigos.

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