Un hombre que mató a palos a su perro, arrepentido de su acción, buscó al Hermano Pedro para pedirle ayuda y perdón. El Hermano Pedro llevó el cadáver del perro al hospital de convalecientes y a los dos días, ya completamente sano el animal, lo devolvió a su dueño; pero el perro no quiso quedarse con su antiguo amo y él comprendiendo la razón, lo dejó en poder del Hermano Pedro, a quien acompañó en sus diarias visitas diurnas y nocturnas.

Otra versión
En otra ocasión, al perro de un amigo del Hermano Pedro, Diego de Avendaño, un vecino lo molió a palos y crueldades, dejándolo por muerto, como tal lo tiraron a un muladar. El dueño del perro que quería mucho a éste por lo vivaz y juguetón que era, al enterarse de lo sucedido, rugía de rabia.
En este preciso momento llegó el Hermano Pedro y le dijo:
― Le voy a traer su perrito vivo.
―No será vivo, dado que lleva tres días muerto en el muladar.
― ¡Tráigamelo!
Al traérselo, lo envolvió en su capa y se lo llevó.
Tres días después fue Diego de Avendaño al Hospital de Hermano Pedro, siendo recibido por su perro con saltos y jugueteos cariñosos, únicamente tenía algo magullada la cabeza. Por esta especial predilección por los animales, se le llama a Hermano Pedro, el San Francisco de Asís americano.
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