Cuenta la historia que un hombre que pasaba penas económicas acudió al Hermano Pedro a pedirle ayuda, este tomó una lagartija que andaba en el suelo y la convirtió en una joya con piedras preciosas que entregó al hombre para aliviar sus angustias. La única condición era que al superar sus apuros financieros debería devolverle la joya.
El hombre estaba sorprendido y desconcertado, no sabía cómo era posible que, si el Hermano Pedro había convertido una lagartija en un objeto valioso para ayudarlo, no lo hacía de nuevo para superar sus propias penas económicas.
Pasó el tiempo, el hombre resolvió sus problemas y regresó a devolver la lagartija de joyas al Hermano Pedro quien la colocó de nuevo en suelo donde nuevamente cobró vida.
«Alivia tus penas y no dudes más de la misericordia siempre pródiga y segura del Espíritu Santo», solía decía el Hermano Pedro.

Otra versión.
Cierto día, un buen amigo llamado Juan llegó lloroso y afligido a buscar al Hermano Pedro, quien le preguntó:
― ¿Qué te pasa? ¿Por qué tanto llanto?
― Perdí todo, el caballo, mi casa… lo que gano nunca me alcanzará para pagar mi deuda.
― ¿Has ofendido a Dios?
― ¡No, eso nunca!
― Entonces, ¿De qué te afliges?
Después de invitarlo a un momento de oración, el Hermano Pedro le dijo: «Mira esta lagartija».
El Hermano Pedro tomó el animalito entre sus manos, lo envolvió en un pañuelo y dándoselo al hombre le indicó: «Ve y empeña esta lagartija; te darán el dinero que necesitas y cuando hayas pagado tus deudas, me la devuelves».
Sin entender mucho, el pobre hombre obedeció y ¡cuál no sería su sorpresa al ver, cuando el joyero destapó el pañuelo, que lo que allí había era una hermosa lagartija de oro y esmeraldas!
Más de un año pasó hasta que el hombre pudo pagar sus deudas y recuperar la valiosa joya.
Al devolvérsela al Hermano Pedro, él la sopló y dijo: «Demos gracias a Dios y a la hermana lagartija por habernos servido».
En seguida, la joya cobró vida y la lagartija salió corriendo entre la hierba y las piedras.
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