Los repetidos e insistentes ruegos de Don Bosco, los buenos oficios del cardenal Berardi, y las claras y favorables declaraciones del Padre Santo, finalmente llegaron a la votación para la aprobación definitiva, y tres de ellos dieron su voto favorable y uno ad decennium.
El secretario del arzobispo de Seleucia pidió una particular audiencia al Padre Santo, el cual se la fijó para la tarde del viernes santo, 3 de abril. Escuchó atentamente la relación y, cuando oyó que faltaba un voto para la aprobación absoluta, exclamó sonriendo: «¡Pues bien, este voto lo pongo yo!».
El secretario añadía al informe de la Congregación Particular la siguiente declaración:
Dado el informe de Su Santidad en la audiencia tenida el 3 de abril de 1874, viernes , Su Santidad, lo confirmó y aprobó benignamente y mandó que se expidiera el Decreto para la aprobación definitiva de las Constituciones, y, a más, un indulto para diez años facultando para extender las cartas dimisorias para promover a todas las órdenes sagradas y el presbiterado, con las condiciones expuestas por la mente de los Padres y con las cautelas de costumbre en favor de los socios que ya emitieron sus votos perpetuos.
S. arzobispo de Seleucia Secretario.

A las seis de la tarde estaba todavía monseñor Vitelleschi en la audiencia. Aquella misma tarde fue don Bosco a su casa para enterarse del resultado. Estaba Monseñor en aquel momento sentado a la mesa tomando la sopa. Después de unos instantes, mandó que pasara Don Bosco a la sala y, apenas le vio, exclamó: «¡Don Bosco, eche a vuelo las campanas! Las Constituciones de su Congregación están definitivamente aprobadas y las Dimisorias concedidas AD DECENNIUM«.
Y Don Bosco, en el colmo de la alegría y por toda respuesta, con sencillez infantil le entregó una almendra garapiñada, que le había dado la señora Monti, diciendo: «¡Tome esta almendra!».
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