Juan Bosco viste la sotana

Mira cómo nos narra Don Bosco aquel acontecimiento tan importante en su vida.

Tomada la resolución de abrazar el estado eclesiástico y, después de pasar el examen de ingreso en el seminario, empecé a prepararme para aquel día tan importante, ya que estaba persuadido de que de la elección de estado depende ordinariamente la eterna salvación o la eterna perdición.

Encomendé a varios amigos que rezaran por mí. Hice una novena y el día de San Rafael (25 de octubre de 1835) me acerqué a los santos sacramentos. El teólogo Cinzano, cura y vicario foráneo de mi parroquia, bendijo la sotana, y me la impuso antes de la misa mayor.

Cuando me mandó quitarme los vestidos del siglo con aquellas palabras: «Que el Señor te despoje del hombre viejo y de sus actos», dije en mi corazón: «¡Oh cuánta ropa vieja he de quitar! Dios mío, destruid, sí, en mí todas mis malas costumbres». Después, cuando añadió, al darme el alzacuello: «Que el Señor te revista del nuevo hombre, que Dios creó en justicia y santidad verdadera», me sentí conmovido y añadí en mi corazón: «Sí, ¡Oh, Dios mío! Haced que en este momento vista yo un hombre nuevo, es decir, que desde este momento empiece una vida nueva, todo según vuestro divino querer, y que la justicia y la santidad sean el objeto constante de mis pensamientos, de mis palabras y de mis obras. Así sea. ¡Oh, María!, sed mi salvación».


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