Su método de educación: bondad y amabilidad

Año 1836
Sueño 08
M.B. Vol. 1, pág. 342

Siendo seminarista, un día se encontró con su gran amigo José Turco el cual le preguntó: «Ahora eres seminarista. Pronto serás sacerdote. ¿A qué te dedicarás después?». Juan le respondió: «Mi intención es no ser párroco, sino dedicarme a recoger muchachos pobres y abandonados para educarlos cristianamente e instruirlos y prepararlos bien para la vida». Y luego le narró el siguiente sueño que había tenido.

Vi una gran ciudad por cuyas calles corrían muchos jovencitos alborotando, jugando y diciendo malas palabras. Por mi horror a las palabras malas y por mi temperamento impulsivo y fuerte, me acerqué a los jóvenes y los regañí por decir palabras tan indebidas, y los amenacé con castigarlos si no se callaban. Pero ellos no dejaban de decir cosas horribles. Entonces empecé a golpearlos. Pero ellos reaccionaron y se lanzaron contra mí lanzándome fuertes puñetazos. Salí huyendo, pero me salió al paso un personaje que me mandó detenerme y volver otra vez hacia esos jóvenes maleducados para tratar de convencerlos de que se portaran bien y no hablaran mal. Yo le respondió que ya había tratado de decirles eso pero que me habían respondido con golpes, y que, si volvía otra vez a donde ellos, me iban a golpear todavía peor.

Entonces aquel personaje me presentó una nobilísima señora y me dijo: «Esta es mi Madre. Entiéndete con Ella».

La Señora dirigiéndome una mirada llena de bondad me habló así: «Si quieres ganarte a estos jovencitos no has de tratarlos con aspereza ni con golpes o de malas maneras, sino que tienes que esforzarte por atraerlos con amabilidad y bondad, y de buenas maneras, hasta convencerlos de que les conviene volverse buenos».

Y entonces como en el sueño de los 9 años, vi que los jóvenes se transformaban en fieras, y después en ovejas y corderos y que por orden de la Señora yo me encargaba de dirigir todo ese regaño.

Así cumplía lo que anunció Dios por medio del profeta Isaías: «Hasta los que eran feroces como las fieras del campo, darán gloria con su buena conducta». (Is 43, 20)

Vemos como Dios le va anunciando cuál será su oficio principal durante toda su vida, y cuál es el método que debe emplear para educar a la juventud.

En el primer sueño le muestra que debe convertir fieras en corderos. En el siguiente le advierte que no ponga su confianza en medios humanos sino en la ayuda de Dios. En el de los 15 años la Virgen le promete que no le faltarán las ayudas del cielo para el oficio que tiene que hacer. Ahora se le avisa que su trabajo será en una gran ciudad (él vivía en un pueblo) y que todo su oficio de educador debe ser hecho a base de bondad y de amabilidad, tratando de convencer a los jóvenes por las buenas y nunca por medio de la brusquedad o de la violencia.

Con razón sus antiguos compañeros de seminario, cuando llegaban después de muchos años a Turín y veían las grandes obras educativas de Don Bosco, exclamaban emocionados: «Todo esto nos lo había anunciado ya Juan cuera era joven seminarista».


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