El origen de la devoción a Jesús Sacramentado

«Éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío» (Lc. 22, 19) cuando Jesús celebró la Pascua con sus discípulos, instituyó el Sacramento de la Eucaristía cuando, durante la Última Cena, transformó el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre y los da a comer a sus discípulos, instituyendo la “«Nueva Pascua» en la que Él mismo es el Cordero que se ofrece por la salvación de su pueblo.

Aunque Jesús no dijo que se debía rendirle culto a la Eucaristía, naturalmente los primeros cristianos lo hacían, ya que tenían fe en que Jesús estaba presente realmente en las especies consagradas y, como era de esperarse, dicho culto fue haciéndose cada vez más fuerte.

Las devociones Eucarísticas

Al inicio de la Iglesia, la Eucaristía se reservaba en las casas en donde se realizaba la «Fracción del Pan»; luego, para el siglo III San Fabián estableció que solamente en las Parroquias se podían reservar algunas hostias Consagradas dentro del Sagrario, frente al cual se mantenía una lámpara ardiendo.

Luego, cuando llegó la época de la persecución a los cristianos, las misas no podían celebrarse con regularidad y se vio la necesidad en que las parroquias fuesen trasladadas a las Catacumbas (cementerios subterráneos); era en estos sitios en donde se guardaba la Sagrada Eucaristía; en algunas ocasiones, se permitía que llevasen la Eucaristía a sus casas, envueltas en finos paños llamados «orarium» y que colocaban en cofres bellamente adornados.

Esta devoción se fue acrecentando al punto de que era ante los Sagrarios, tanto de las parroquias como privados, que los fieles se entregaban a la oración; son estos los inicios de las actuales devociones de adoración y el nacimiento de la devoción al Santísimo Sacramento.

Para el siglo IV, Constantino trajo la paz por lo que la Iglesia se pudo desarrollar en todo su esplendor y los sagrarios que antes se mantenían ocultos, pasaron a ocupar un espacio muy especial dentro de los templos; tal como se en el templo de Jerusalén se cubría con un velo el lugar que se conocía como El Santo de los Santos, los cristianos colocan una pequeña cortinilla para cubrir el sagrario.


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