Simbología del cuadro de Tomasso Lorenzone

La iconografía con la cual se representa a María Auxiliadora existe desde muchos años atrás, sin embargo, fue el cuadro pintado por el artista Tommaso Lorenzone (Tomás Andrés Lorenzone en español) (1824-1902), el que ha servido como referencia base para representar dicha advocación.

El cuadro se encuentra en el Altar Mayor de la Basílica de María Auxiliadora, construida en Turín bajo el encargo de Don Bosco quien dio instrucciones específicas de cómo debía ser y cuál sería su contenido. El tamaño de la obra era tal que el artista tuvo que modificar la idea original simplificándolo y adecuándolo a medidas más pequeñas para el templo que se construía. Para realizar dicha pintura, fue necesario alquilar en el Palazzo Madama un salón de alto techo, ya que en ningún sitio de Valdocco, ni en el taller del artista cabía la obra, la cual tomó casi tres años su realización, la cual inició en 1865.

Fue el propio Don Bosco quien dio una clara descripción de la pintura: «Tiene poco más de siete metros de alto por cuatro metros de ancho. Se presenta a la vista de todos como una aparición de María Auxiliadora de la siguiente forma.

La Virgen Santísima y el Niño ocupa un lugar de honor en un mar de luces y majestad, hallada sobre un trono de nubes. Está cubierta por un manto azul oscuro sostenido por un grupo de ángeles, los cuales, formando una corona alrededor de la Madre de Dios, le rinden honores como a su Reina. En su mano derecha sostiene el cetro, que simboliza su poder, aludiendo a las palabras que Ella ha dicho y encontramos en el Evangelio: ‘Fecit mihi magna qui potens es‘ (Magníficat). En su mano izquierda sostiene al Niño Jesús, quien se presenta con los brazos abiertos, en señal de ofrecimiento de sus dones y su misericordia a todo aquel que recurra a su augusta Madre; de llamada y acogida; de entrega.

Sobre su cabeza porta la corona apocalíptica (Ap. 12 1), con la que ha sido proclamada como Reina del cielo y tierra y todo lo creado. De la parte de arriba sale un rayo de luz celestial que, brotando desde el ojo de Dios, va a posarse sobre la cabeza de María. En él está escrita la frase: ‘El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra’. Siempre desde la parte superior pero proveniente del otro lado, descienden otros rayos de luz que nacen de la paloma, representando al Espíritu Santo, y se posan también en la cabeza de la Virgen; en los mismos se leen las palabras: ‘Ave María’, recordando así el saludo hecho por el Arcángel San Gabriel a María cuando, en nombre de Dios, le anunció que sería ella la Madre del Salvador. Es así como podemos apreciar a la Virgen María como parte central de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Parroquia El Espíritu Santo, Las Charcas, Salesiano, María Auxiliadora,

Un nivel más bajo se encuentran ochos de los Apóstoles, portado cada uno el símbolo de su martirio en sus manos:

Al lado izquierdo de María Auxiliadora vemos a:

San Simón: Según la antigua tradición, lo mataron aserrándolo por en medio. Se le conocía también con el apodo de «Zelotes» o «El Cananeo».

San Matías: Fue martirizado en Judea, apedreado, mientras con sus brazos extendidos hacia el cielo encomendaba su espíritu a Dios, y degollado su cuerpo fue llevado desde Judea a Roma, y posteriormente desde Roma hasta Tréveris.

San Bartolomé: Estando en la India, fue martirizado por orden del rey Astiages; fue apaleado y posteriormente lo desollaron vivo.

Santo Tomás: Fue martirizado en la India por orden del Rey Gondóforo, quien encoleriza por la conversión de su esposa y al no lograr que el santo hiciera idolatría, tomó una lanza y le atravesó el corazón.

De lado derecho podemos apreciar a:

San Judas Tadeo: Se sabe que fue primo de Jesús. Lo mataron cortándole la cabeza de un hachazo en Persia. Luego de su muerte, el cuerpo fue llevado a Roma y colocado en una cripta en la Basílica de San Pedro.

San Felipe: Después de Pentecostés se fue a evangelizar a Bitinia, en el Asia Menor (cerca del Mar Negro). Según San Clemente de Alejandría, dice que lo hicieron morir crucificado en una persecución contra los cristianos.

Santo Santiago: Siendo víctima de una multitud de judíos, fue arrojado de la terrada del templo, apedreado y finalmente un fanático con una pértiga de batanero, descargó sobre la cabeza del apóstol un golpe terrible, que le rompió el cráneo.

San Andrés: Se le considera el primer Apóstol de Jesús. Según la tradición, luego de Pentecostés, fue a predicar en diversas regiones de Asia Menor y Rusia hasta que murió crucificado en Acaya.

En la parte inferior, al centro, podemos ver a:

San Pedro: Primer Papa y cabeza de la Iglesia después de la partida de Jesús. Condenado a morir en cruz por orden del emperador Nerón y considerándose indigno de morir como el Maestro, suplicó la gracia de morir cabeza abajo. Porta las llaves de la Iglesia mientras observa como en éxtasis a María Auxiliadora; con su mano derecha señala a quien observa la pintura.

San Pablo: Conocido por su conversión, sus viajes y sus epístolas o cartas a las primeras comunidades cristianas. Cuando estalló la persecución de Nerón, éste mandó matar al gran Apóstol, cortándole la cabeza. En su mano izquierda porta una espada mientras que, con la derecha señala a la Virgen. Su mirada observa fijamente a quien se acerca a admirar la pintura.

Encuadrando toda la escena podemos apreciar a:

Santo Santiago El Mayor: Cuando los judíos se convencieron de que la conversión de Hermógenes era sincera hicieron responsable de ella a Santiago El Mayor. Una vez que llegaron al sitio en que iban a ser degollados, Santiago pidió al verdugo una redoma con agua. El verdugo se la proporcionó. Con aquella agua bautizó el apóstol a Josías e inmediatamente después ambos fueron decapitados coronando de este modo uno y otro sus vidas con el martirio.

San Juan: A este apóstol, en la tradición, se le ha identificado como «el discípulo amado» por Jesús. Es el autor del cuarto evangelio, de tres cartas y del Apocalipsis. Representado por el águila porque inicia su Evangelio remontándose a las alturas, como las águilas: «En el principio…».

San Lucas: Escribió dos libros muy famosos: el tercer Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Su evangelio es muy fácil de leer. Son 1,200 renglones escritos en excelente estilo literario. Lo han llamado «el Evangelio de los de abajo», porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a las mujeres, a los pecadores. Se le representa con un toro porque inicia en el templo, donde se sacrificaban toros.

San Mateo: El fin del evangelio de San Mateo es probar que Jesucristo sí es el Mesías o Salvador anunciando por los profetas y por todo el Antiguo Testamento. Se le representa con un ángel, porque inicia su Evangelio dando a conocer la genealogía de Jesús.

San Marcos: Es el autor del segundo Evangelio. Lo pintan con un libro, porque él era secretario de San Pedro, y con un león, porque su Evangelio empieza hablando del desierto, y el león era considerado rey del desierto.

Un detalle especial es que los evangelistas son de tamaño ligeramente mayor al natural y cada uno está acompañado de su representación. Aparecen como transportados por un dulce éxtasis exclamando: «Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros» y mirando atónitos a la Virgen, que aparece majestuosa sobre las nubes.

En el espacio abierto entre San Pedro y San Pablo, quedan netamente representados la Basílica y todo el complejo de Valdocco e, insinuada sobre el monte al fondo, la Basílica mariana de Superga. También se aprecian la ciudad de Turín y varios devotos que están agradeciendo a la Virgen todos los favores recibidos y le suplican que siga mostrándose como Madre de Misericordia en los graves peligros de la vida.

La Señora está de pie; viste una túnica de color rosa suave y manto azul oscuro; no porta velo, antes bien, está representada con el cabello descubierto cual corresponde a las doncellas, símbolo neto de la virginidad. Lleva una corona real rodeada por doce estrellas de seis picos cada una y sujeta un centro en la mano derecha, indicando su realeza; con la mano izquierda entroniza, más que sostiene, a un Jesús Niño coronado también y de brazos abiertos, en gesto que parece de llamada y acogida, de entrega, vestido con túnica verde pastel y manto de un anaranjado suave.

Mensaje de la pintura de Don Bosco.

Don Bosco buscó que, a través del cuadro, se pudiese transmitir un mensaje muy concreto sobre la Virgen María. María es Madre y modelo de la Iglesia en donde se puede apreciar que el rostro de la Madre es igual al rostro del Hijo; está siendo sostenida por san Pedro y san Pablo y rodeada por los Apóstoles y Evangelistas; esto significa: una sola Iglesia apostólica y misionera.

La Virgen se presenta como la mujer signo del Apocalipsis, pero de una manera amorosa, con los brazos abiertos ofreciéndonos a su Hijo y recibirnos como Madre. El Niño Dios muestra también los brazos abiertos, ofreciendo su misericordia a todo aquel que acude a su Madre; es un gesto que parece de llamada y acogida, de entrega. En la parte de abajo del cuadro se ve el edificio del Oratorio, que es la forma de expresar que Ella brinda una protección particular de Dios por la salvación de los jóvenes y por toda la obra Salesiana.

Iconografía y simbología de la representación de María.

En la pintura que fue inspiración de Don Bosco y de la cual el propio Lorenzone diría que, al pintar el rostro de la Virgen, fue una mano invisible la que guiaba los pinceles, podemos encontrar muchos símbolos con grandes significados.

Santísima Trinidad.

Dios Padre está representado por un ojo que significa lo rico que es en misericordia, mira la historia humana y procede de Él la potencia del Espíritu Santo en forma de paloma. Del Ojo y de la Paloma nace una luz brillante que ilumina a la Virgen, recordándonos el misterio de la Anunciación. Dios Hijo que María sostiene y lo muestra a todos, como salvador del mundo, que indica que toda benevolencia y misericordia del Padre y toda la potencia del Espíritu Santo llena a la Virgen de gracia; por su maternidad permanente destinada, a engendrar a Cristo en todas las personas.

Virgen María de pie.

En el centro del cuadro, se encuentra «verticalmente dominante», es un símbolo referido a la Inmaculada Concepción (día en que inició la obra de Don Bosco) y a la Madre de Dios: luna, estrella, aurora, trono, lugar elevado y santo, torre de David. La verticalidad expresa la asunción hacia la esfera divina, como creatura que ha sido escogida y consagrada.

Una doble coronación, la corona de estrellas y la corona real.

La corona de estrellas.

Representan la cercanía a la divinidad; el número doce representa a las doce tribus de Israel o a los doce Apóstoles. Dichas estrellas poseen seis puntas, es decir son la intersección de dos triángulos ya que en la antigüedad se consideraba como símbolo de María y representaba el encuentro entre el Cielo y la Tierra. Esta corona, que tiene su origen en el Apocalipsis (Ap. 12 1) es exclusiva de la Madre.

La corona dorada.

Simbolizando el oro, representa que María es una reina que porta los símbolos de poder: vestida Ella y el Niño Jesús con atuendos reales inspirados en las monarquías europeas, con el cetro en su mano. Tanto la corona de María como la que porta el Niño Jesús en su cabeza, están rematadas al centro por una estrella, ya que María es la «Stella Maris», es decir, la estrella de mar que guía a los navegantes, que somos todos nosotros, hacia puerto seguro.

El cetro.

Insignia de poder y de gobierno, simboliza a María como reina que siempre actuará en favor de su pueblo, nosotros sus hijos, ya que ella es nuestra Madre que guía, protege e incluso combate por nosotros, quienes acudimos a Ella con total confianza.

Las vestimentas de María Auxiliadora.

Un vestido de color rosado suave, que representa el amor traducido en la obediencia, sencillez, femineidad, pureza y respeto; un manto sobre sus hombros de color Azul oscuro, símbolo de la realeza de María que lo expresa en su servicio, entrega y lealtad a Dios.  No porta velo, antes bien está representada con el cabello descubierto cual corresponde a las doncellas, símbolo neto de la virginidad. La Virgen se presenta siempre descalza y, generalmente, deja entrever sus dos pies posados sobre una nube.

El Niño Jesús.

Se presenta con los brazos abiertos como un gesto que parece de llamada y acogida, de entrega; viste una túnica un color verde pastel, sin costuras, tejida de una pieza de arriba abajo representando la esperanza de salvación y un manto de color anaranjado suaves.

Posiciones de los brazos.

La posición del brazo derecho de la Virgen, caído y ligeramente abierto responde a una tradición muy antigua con manifestaciones escultóricas extraitálcas, nordeuropeas concretamente, que se remontan hasta el siglo XIV. La actitud de Jesús Niño, brazos abiertos y nada en la manos, tiene larga presencia en la plástica eclesial, desde que se lo representa en el pesebre de Belén, hasta las imágenes estantes en las que aparece de mayor edad.

Los rostros.

En la pintura los rostros de la Virgen María y Jesús Niño muestran un parecido extraordinario a pesar de las diferencias en su mirada. Lorenzone para explicar tan extraordinario parecido sólo pudo decir que no fue él quien los pintó; fue una mano que lo guio. El rostro de Jesús Niño refleja que está abierto al mundo que tiene una fijada fija en Él ya que es Él la luz del mundo y nuestro Salvador. La mirada de la Virgen significa «Yo te acojo» y representa, a su vez, su Auxilio hacia nosotros sus hijos, a quienes siempre recibirá con su amor de Madre y que, por este mismo amor, ella siempre estará acompañándonos.

Los quince colaboradores de Cristo en la fundación de la Iglesia.

Aquí podemos apreciar a los Doce Apóstoles, incluyendo a San Matías en lugar de Judas Iscariote; a San Pablo y los evangelistas Marcos y Lucas. Todos ellos se entregaron generosamente a su misión hasta el don total de sí. Pablo tiene una espada en la mano izquierda, la cual nos invita a pensar en la eficacia de la Evangelización que proclama la Palabra de Cristo como espada de doble filo que penetra en el corazón de cada persona y de cada cultura. Cabe mencionar que, con excepción de San Pablo, todos los demás observan fijamente a la Virgen María.

Turín y el Oratorio.

La colocación de estos elementos en la parte baja, es un recurso que utilizó el pintor para expresar la convicción de una protección particular de Dios en favor de la salvación de todos aquellos que sean devotos de la Virgen María.

La Basílica.

Tiene significado como centro popular de acción eclesial, animador de la devoción a María Auxiliadora; sobre todo a través del carisma de evangelización y promoción de la juventud.

Si bien es cierto que la representación de María Auxiliadora puede variar de acuerdo con la visión del artista que busca representarla, han quedado algunos elementos como necesarios que la caracterizan.

La Virgen sostiene al Hijo con la mano izquierda y empuña el cetro con la derecha. Viste túnica y manto. La primera puede variar entre el color rojo y el rosado; el segundo, entre el azul marino y el celeste. Es característica casi ineludible del Niño que se lo represente de brazos abiertos y nada en las manos, piernecitas cruzadas a medias o del todo, con túnica más o menos larga, entre un verde claro y el blanco, envuelto en manto anaranjado o sin él.

La coronación del cuadro de Lorenzone.

El 17 de mayo de 1904, el cardenal Agostino Richelmy, por mandado del Papa León XIII, coronó canónicamente a María Auxiliadora en la Basílica de Turín.

Las coronas, elaboradas en oro puro de color amarillo opaco, obtenido de la fusión de anillos, pendientes, cadenitas y objetos similares que devotos de María Auxiliadora donaron gustosamente, fueron elaboradas por el joyero Antonio Carmagnola. En la parte superior de la corona de la Virgen se colocó una estrella para recordar aquella expresión que San Bernardo tanto repetía: «Mira la estrella, invoca a María Auxiliadora».

Redacción: Parroquia El Espíritu Santo. / Ilustración: SDB.org