Don Bosco vivió al lado de cientos de jóvenes en su Oratorio. A muchos los confesaba; a otros los guiaba durante su dirección espiritual; pero a muchos de ellos les dijo en más de una ocasión lo que todos conocían como las palabritas al oído, un sencillo pero eficaz recurso educativo, consistente en un breve consejo a quien lo necesitaba.
Con aquella técnica muy breve y confidencial, Don Bosco logró tocar la vida de muchos de sus muchachos.
Las palabritas al oído eran como una espada de doble filo capaz de penetrar en el alma y en el corazón de quien las recibía, que luego de escucharlas lo buscaba ya fuera para disculparse por algo mal hecho o bien para buscar el sacramento de la Reconciliación.
Cuenta que, cuando Don Bosco se encontraba en su lecho de muerte, le hizo un gesto a Miguel Rúa con su mano como pidiéndole que acercara el oído. Él así lo hizo; las palabras que Don Bosco suavemente pronunció fueron: «Déjate querer«. Después de aquellas palabras y al tomar la dirección de la Congregación Salesiana, Don Miguel Rúa tuvo un cambio vertiginoso, a tal punto que muchos decían que era volver a ver a Don Bosco mismo, y que lo único diferente era la voz.
En algunas ocasiones las palabritas al oído eran el inicio de una conversación que muchas veces desembocaba en amistad: «¿Cómo estás? ¿Bien? ¿Y en las cosas del alma?«. A otros les decía: «Me tienes que echar una mano en algo muy importante. ¿Sabes en qué? En hacerte bueno«; «¿Cuándo vas a empezar a ser mi consuelo?«.
En otras circunstancias se acercaba a un muchacho que sabía que necesitaba confesarse, pero que no hallaba cómo hacerlo, y le decía: «¿Aceptas que seamos buenos amigos para hacer negocios del alma?«. Otras veces: «Oye, el paraíso no está hecho para los malos«. Cuando veía a alguno afligido o preocupado por algo, le decía: «¿Estás en medio de una tempestad? reza a la Virgen que ella es la estrella del mar«.
Si veía que un joven se fiaba mucho de sus fuerzas físicas o de sus buenas calificaciones, le decía: «No confíes en tus fuerzas; piensa en Dios, serás mejor y estarás más contento«; «El que persevera hasta el fin, se salva«. Y si alguno estaba triste le decía: «¡Ánimo! un pedacito de cielo lo arregla todo«.
Texto: Parroquia El Espíritu Santo / Ilustración: Parroquia El Espíritu Santo
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