Apenas se cumpliría un mes de la muerte de Domingo, pero su padre no lograba estar tranquilo. Todas las noches tenía dificultades para conciliar el sueño pues extrañaba muchísimo a su hijo.
Aquella noche del domingo, 05 de abril de 1857, Carlos Savio se encontraba en su cama sin poder conciliar el sueño cuando, de pronto, comenzó a ver como la pared del techo se abría de par en par y, en medio de un gran esplendor ver aparecer a Domingo, con sus característicos ojos azules y su tierna sonrisa. El padre muy sorprendido le preguntó: «Mínot, ¿te encuentras en el cielo?, hijo, ruega por tu madre, por tus hermanos y por mí».
Domingo, esbozando una gran sonrisa responde tranquilamente «Sí» e inmediatamente después desapareció. Carlos sintió un gran consuelo y a partir de ese momento pudo dormir tranquilo. Su hijo había logrado alcanzar lo que durante cada día de su vida había anhelado: ir al cielo.
Texto: Parrroquia El Espíritu Santo / Fotografía: Parroquia El Espíritu Santo
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