Desde los inicios de 1869, Don Bosco tenía sueños recurrentes con la construcción de una iglesia de mayor capacidad que la de San Francisco de Sales, en Turín, dedicada a María Auxiliadora, aquella devoción guerrera, que sale siempre en defensa de la Iglesia.
Dos años después, una tarde del 28 de diciembre de 1862, Don Bosco le dice a Pablo Albera y al clérigo Cagliero: «Yo pensaba, nuestra iglesia es demasiado pequeña, no caben en ella todos los muchachos y están apiñados unos sobre otros. Por consiguiente, levantaremos un gran templo y le daremos el título de ‘Iglesia de María Auxiliadora’. No tengo un céntimo, no sé de dónde sacaré el dinero, pero eso no importa. Si Dios la quiere, se hará«.
Texto: Parroquia El Espíritu Santo / Ilustración: Parroquia El Espíritu Santo
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